- sábado 07 de diciembre de 2024 - 10:10 AM
¡Gracias, mamá, siempre estarás en mi corazón!
Desde pequeño me confieso un ferviente admirador de esta frase... “bendecidos los hijos que cuidan, respetan y protegen a su madre.” De alguna manera allí se encierra una gran verdad y ese comportamiento parece que es preciado por El Creador.
Conozco seres humanos que no tienen el mínimo respeto por quien los cargó durante nueve meses. A ellos los veo desdichados, despreciables y con pocas posibilidades de bienestar y progreso. Hoy, en mi segunda entrega hacia ese ser extraordinario la poetisa Doris Jurado nos regala su inspiración. Ella se imagina a su madre viva y agradece a Dios por darle la oportunidad de gozarla por muchos años.
Si mamá se hubiese ido aun siendo yo una niña como de 12 años, ¿qué hubiera sucedido con mi vida siendo hija única? Solo quedaban dos alternativas:
Mi padre se había ido tras un sueño. No busquemos razones que yo no comprendía, o quizás sí, solo quizás, con un criterio inmaduro todavía.
Recién entraba en una adolescencia que para la época era el término abrupto de mi niñez y el inicio de una etapa para mi aún desconocida.
Mi abuela con su buena voluntad me haría un lugar en su apretado espacio del pequeño cuarto de alquiler que compartía, por lo menos con tres nietas pequeñas, su hija adolescente, durmiendo en el piso sobre sábanas limpias con el olor a Pinolor para ahuyentar las alimañas del viejo caserón. ¿Me hubiera acostumbrado a no dormir en mi tibia camita donde yo era la única princesa de los dos cuartos de mampostería?
¿Podría diariamente, después de amanecer, formar larga fila para entrar al baño comunal? Y ¿dónde hubieran quedado los besos de mamá para despertarme llena de amor?
¿Qué hubiera sido de mi inquieto espíritu en casa de mis padrinos que era hermosa como un palacio y con cuatro duchas, tres recámaras, con mullidas camas y una disciplina férrea sin gritos de otros niños jugando a las escondidas?
¡Ay, no! Por ese amor que me tiene Dios, gocé de la compañía de mamá por 9 décadas, siendo ambas ancianas, yo como su lazarillo para encausar sus pasos y para que ella me diera su amor incondicional y a sus tres nietos, seis bisnietos y tres tataranietos.
Gracias, Mi Señor, por la larga vida de mi madre, llena de amor que disfruté hasta el fin de sus días.” Hasta aquí los sentimientos de esta gran dama que transita por los 83 años. Mañana es el gran día y espero que usted esté preparado para darle ese trato especial a ese ser que es casi perfecto... Gracias mamá por todo lo que diste en vida. Abrazos y feliz sábado.