• sábado 04 de febrero de 2017 - 12:00 AM

¡Fugas y, encima, recompensas!

Como ya dejaron de ser novedad las frecuentes fugas de los centros penitenciarios, llámense La Joya, la Gran Joya o La Joyita

Como ya dejaron de ser novedad las frecuentes fugas de los centros penitenciarios, llámense La Joya, la Gran Joya o La Joyita, el saldo que dejan es dramáticamente patético: las cárceles panameñas son unas coladeras, por la incompetencia o la complicidad de quienes son sus responsables y, aparte, ese desgreño, con los consecuentes operativos de busca y captura, acompañados de las recompensas que se ofrecen para que la ciudadanía localice y denuncie a los evadidos, sino fuera por el monto de los costos derivados, que indirectamente pagamos todos, el drama tiene ribetes de tragicomedia.

Sería interesante que se revelara cuántos de los que pudieran haber estado involucrados en esas constantes evasiones ha sido investigado y sancionado, como correspondería, de ser encontrados culpables.

Cuánto informe se ha encomendado o se ha recibido de las organizaciones de derechos humanos confirma que nuestras cárceles siguen siendo auténticas pocilgas con condiciones infrahumanas, en las que, además, se trafican y se venden influencias y privilegios, para quienes puedan pagarlos.

Los centros penitenciarios, desde luego, no son hoteles, aunque algunos reclusos vivan en ellos con comodidades que se les asemejan. Pero para que cumplan su función regeneradora y de preámbulo al proceso de reinserción social deben cumplir estándares mínimos que en nuestro caso son inexistentes.

La Constitución Política, en el artículo 28 dice: ‘El sistema penitenciario se funda en principios de seguridad, rehabilitación y defensa social. Se prohíbe la aplicación de medidas que lesionen la integridad física, mental o moral de los detenidos. Se establecerá la capacitación de los detenidos en oficios que les permitan reincorporarse útilmente a la sociedad. Los detenidos menores de edad estarán sometidos a un régimen especial, de custodia, protección y educación.'

Si usted quiere un ejemplo de lo que se denominan ‘ripios constitucionales', o sea, de expresiones y sentencias de textos rimbombantes, pero que son auténticas letras muertas, allí lo tiene en su máxima expresión.

Abogado

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