- viernes 01 de julio de 2016 - 12:00 AM
¡Eres invencible!
INVENCIBLE. Eso significa DIAMANTE (ad?µa?), pero en griego antiguo. Y el DIAMANTE no es más que el resultado de un trozo de carbón sometido a altas temperaturas y condiciones de presión. Del mismo modo, tú y yo somos ‘polvo y ceniza' -cómo se autodefinió Abraham-, pero gracias a la fe: ‘nada nos será imposible'. Es decir, ¡Gracias a la fe eres INVENCIBLE! ¡Gracias a la fe eres un DIAMANTE! ¿Cómo? La fe no se trata sólo de creerle a Dios; sino de tener fe en ti mismo y de lo que eres capaz de hacer, gracias a la fe de creerle a Dios respecto a lo que Él cree y dice de ti. Si por fe aceptas tus limitaciones –eres carbón- y lo que el poder de Dios hace con ellas, -transformarte en DIAMANTE-, entonces opera en ti esta Escritura: ‘cuando soy débil, entonces soy fuerte'. Así –por la fe-, se supo fuerte o INVENCIBLE, David: ¡entonces venció a Goliat!; otros personajes ‘sujetos a pasiones' como tú y yo –simples mortales de ‘polvo y ceniza'-, por fe ‘taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos', y doce pescadores cambiaron la historia del mundo. En fin, ¡eres INVENCIBLE, un DIAMANTE, puedes cambiar el mundo ‘si puedes creer' lo que Dios cree que puedes ser, hacer y alcanzar! La fuerza del cristiano radica en aceptarse tan débil, que necesita de Dios para ser fuerte, vencer y vivir. ¡Y por eso eres DIAMANTE, eres INVENCIBLE!