Cual gotera vale insistir en la reversión de acciones perjudiciales que van en detrimento de la naturaleza humana, afectando salud y bienestar. Hablamos de casos de presunta negligencia donde la vida se pone en riesgo, ya sea en el plano médico, ambiental y hasta estructural, deteriorando condiciones aptas para existir. ¿Es mucho pedir, que, al momento de realizar un trabajo, oficio o tarea, se piense como si fuera para su propio “pellejo”, logrando un mejor desempeño?.
Y es que, sin asombro escucho que hay más de 400 casos analizados por la Defensoría del Pueblo, que involucran posible mala praxis, donde algunos han desencadenado en muerte, por falta de atención oportuna y medicamentos no disponibles, entre otras razones argumentadas.
Reconozco que el sistema de salud es complejo; sin embargo, requiere iluminarse permanentemente con el reflector de la crítica que conlleve mejoras, de las auditorías que propicien recursos y de la humanización de todos. En términos “domingueros”: “Quien no la vive no la sufre”.
Ante un panorama como este, no deberíamos experimentar situaciones extremas para reaccionar. Se trata de conciencia y consciencia. Toda crisis, por dolorosa que sea, se convierte en oportunidad. La investigación prolija de cada caso requiere de resultados, paralelo a la supervisión eficiente en el plano administrativo y de labor médica, dotación de equipos, atención ética y profesional; y por supuesto, el “mea culpa” que permita un cambio de actitud, respete propio y empatía con el semejante.