- jueves 16 de noviembre de 2023 - 11:04 AM
Empresarios piden a los trabajadores acudir a sus puestos
Quiero entrar en un paralelismo. Hoy los anárquicos y extremistas piden el cierre total del país, mientras que el sector privado solicita a sus colaboradores asistir a los centros de trabajo. A finales de julio de 1987 ocurrían hechos similares.
El gobierno, en la figura el ministro de Gobierno aprobó dos decretos para silenciar a los medios electrónicos de comunicación. El país estaba convulsionado por las declaraciones impactantes del coronel Roberto Díaz Herrera. Sobra repetir lo que dijo, pero con sus palabras, comprometió el poco honor que tenía el gobierno, que en ese momento lideraba Eric Arturo Delvalle, como presidente y Manuel Antonio Noriega como jefe del ejército. En ese tiempo se fraguaba el asalto a la casa de Díaz Herrera para silenciarlo y el gobierno amenazó a los medios electrónicos con quitarles las frecuencias a quien se atreviera a difundir noticias o comentarios que generaran el caos. Por su lado, la empresa privada anunciaba un paro de labores por 48 horas.
El 26 de julio de 1987 el gobernador de la provincia de Panamá, el periodista Alberto Velásquez emitió una orden para cerrar por 24 horas los medios de comunicación que se oponían al régimen. Como periodista nunca comprendí el comportamiento del colega, pero allí se reflejaba lo que nos decía el escritor sobre el hombre y sus circunstancias. Y así ocurrió; los medios opositores amanecieron cerrados y un comando de las fuerzas de defensa asaltó la residencia de Díaz Herrera como a eso de las cinco de la madrugada del 27 de julio de 1987. Para esa fecha era director de la Escuela de Periodismo y gerente general de radio América. Fuimos los únicos en transmitir el asalto debido a un soplo que tuvimos. En ese instante estaba consciente a lo que exponía la radio y a los colaboradores que trabajaban en ella.
El país amaneció paralizado. La empresa privada cerrada; el gobierno haciendo esfuerzos para aparentar normalidad; los medios opositores cerrados y una población que mostraba una calma tensa en todos los rincones del país. Noriega aprovechó la orden del gobernador para mantener silenciados a los medios durante lo que restaba de 1987 y parte del inicio de 1988. Hoy estamos en un dilema adverso. Un grupo minúsculo de la sociedad mantiene secuestrada a la población, con el anuncio del cierre total del país, mientras la empresa privada pide a sus colaboradores asistir a los centros de trabajo. Ayer fuimos testigos de situaciones bochornosas en la Universidad de Panamá. Lo que allí ocurre es el reflejo de lo que sostengo… estamos secuestrados por un grupo minúsculo de la sociedad que ha visto la tierra fértil para sus aventuras debido a políticas erráticas de diversos gobiernos y la lentitud de acción del actual.
Seguiré con mis pregones de paz, diálogo y armonía. Estoy seguro de que la historia le pedirá cuentas a quienes de lado y lado lanzan gasolina sobre un país que está prendido. Estoy convencido que las máscaras, de lado y lado, se caerán pronto para que podamos advertir los rostros verdaderos de quienes se dicen salvadores, pero en la práctica están hundiendo a esta nación. A mis hijos les hablo a diario del Panamá de hoy y el de ayer. Lo hago sin ocultar nada de lo bueno, malo o feo que ha ocurrido. Ellos sabrán a sus más de treinta años de existencia qué deben hacer y cómo deben actuar. En países extremistas unos pocos, en calidad de gobierno, tienen secuestrados a millones de personas. Y los mismos que son afines a esa ideología son los que hoy mantienen secuestrados a los panameños. Ayer alguien me mandó un comentario inocente. Lo hizo a manera de pregunta… ¿qué pasaría si miles de panameños se congregan frente a las oficinas de los revoltosos y practican un acto de retaliación? ¿Qué piensa usted que me lee?