La Caja de Seguro Social agoniza, producto de un mal que emula un cáncer que hace metástasis en el programa de Invalidez, Vejez y Muerte. Las variables para su tratamiento no ofrecen ningún remedio casero. Pensar que sin radio ni quimio se puede combatir una enfermedad tan invasiva y terminal, no es más que pretender diluir la realidad para no enfrentar el dictamen de la conciencia.
Estamos frente a una pirámide que está a punto de convertirse en una gran estafa, que pondría al país en bancarrota; pero como los Estados no pueden desintegrarse como si se tratara de una empresa o corporación, estaría previsto un largo camino de sufrimiento para los panameños, al menos que se decida enfrentar con responsabilidad el tema de la seguridad social.
La lucha por la vida define nuestra existencia como especie. A lo largo del camino que transita cada persona por este mundo, va creando en paralelo una conciencia inobjetable sobre la vejez. Toda persona que aspire a tener longevidad tiene la obligación de enfrentar los obstáculos que interpone la senilidad, tanto en lo físico y mental; como en lo emocional. Pretender afrontar la vejez sin estar preparado para un mundo diferente, con mayor costo de vida y sin protección social, sería el equivalente a vivir un infierno de sufrimiento.
Los panameños podemos discrepar en modelos económicos, sobre orientaciones ideológicas y demás tendencias, pero en lo que no podemos distanciarnos es en el tema que comprende la protección social de nuestros niños y adultos mayores. El sistema de seguridad social panameño es la base de nuestro éxito. Es lo que nos diferencia del resto de los países de la región.
Panamá es una nación exitosa, no solo por su estratégica posición geográfica o por sus recursos, sino también por su solidaridad humana, que nos ha hecho un país bueno y diferente. Por algo tanto extranjero elige vivir y morir en nuestra tierra. Es hora de deponer intereses y garantizar el futuro de la siguiente generación.