• martes 02 de octubre de 2012 - 12:00 AM

‘El que no da, no va ’

Pareciera que tenemos que resignarnos a convivir con la corrupción y los escándalos políticos, y preocupa que como los controles jurídic...

Pareciera que tenemos que resignarnos a convivir con la corrupción y los escándalos políticos, y preocupa que como los controles jurídicos existentes resultan ineficaces para frenar esos flagelos, los excesos y abusos de los allegados a palacio quedarán en la impunidad. Por eso no sorprende que el ‘orden jurídico’ no reaccione ante un ‘camarón legislativo’, o el acto de producir un precedente jurisprudencial salvador, ‘con nombre y apellido’ propio. Y si no fuera suficiente, a los funcionarios públicos ‘con palanca’ no les quita el sueño desatender los compromisos de justicia, de seguridad, de medicinas o de educación para los alumnos, asumidos con la comunidad.

Lo irónico de todo es que en nombre del bien común, el gobierno del cambio acelera el desastre institucional. El panameño aún cree en el voto como expresión de su vocación democrática, sin embargo, merced de las prácticas antidemocráticas vigentes desde el 2009 hemos terminado convertidos en airados espectadores de esa comedia bufa. ¡El que no da, no va! es la consigna de moda, que sintetiza la doctrina política antidemocrática sobre la cual se sustenta la propuesta de gobierno del partido Cambio Democrático. De la dictadura criticamos el dedo; en democracia terminamos divinizando la chequera por su infalible eficacia persuasiva. Razón tenía el MAN al vaticinar: ‘Los que vienen detrás de mí son peores que yo’. Y tenía razón: a fuerza de amenazas, engaños y ‘trampas legales’ estamos sometidos a un orden en el que la Constitución es un simple artículo decorativo, en el que la codicia de un grupo de incondicionales es la fuerza que, a conveniencias, terminó moviendo el aparato estatal.

Por los riesgos a los que está expuesta la democracia panameña, derrotar en las urnas al CD es un imperativo político incondicional. Han ofrecido subways y carreteras a costa del decrecido valor asignado al panameño; nos hablan de una ‘invisible danza de millones’ con reducidas posibilidades de que el ciudadano participe en su distribución, y de un ‘progreso económico’ a costa de soportar que con un chasquido de dedos sean derogadas leyes que sustentan conquistas sociales arrancadas al sistema.

La democracia se acercaría a lo perfecto si los gobernantes elegidos respetaran la voluntad ciudadana, y si los actos de la autoridad respondieran sin regateos a los intereses de las mayorías. El ilimitado cinismo con el que se ejecutan los actos de gobierno lleva inserto un mensaje en el que, palabras más o palabras menos, le dicen al país que el CD no está dispuesto a soltar el poder en el 2014, aunque las urnas digan lo contrario.

*ABOGADO

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