Siglo XXI. La especie humana explora inteligencia artificial, redes neuronales y cooperación planetaria. Espécimen extraño resiste desde caverna palaciega.
Ejerce de El gran hermano, de Orwell, aunque en documentos firma con sello oficial de mandamás.
No evolucionó.
No trepó la loma del sapiens. Una nomenclatura con nombre ostentoso. Para diferenciarla de la anterior. De sabio, no tanto, que al ignorantón empalaga.
El gran hermano con tufo orwelliano se atascó en el conducto neandertal de la historia: fuerte en golpes; débil en ideas; brutamonte y brutalmente en el argumento.
A diferencia del Homo sapiens, que desarrolló empatía y noción de comunidad, este dictador no siente compasión. No negocia, no escucha, no ríe si no es de sí mismo. No dialoga. No tolera la diferencia, la burla, el desacuerdo, el diferendo, la controversia.
El opositor es, para él, un animal hostil que debe ser cazado, desmembrado o, como mínimo, vilipendiado en televisión nacional. El gran hermano algo sabe de cooperación.
El ministerio de propaganda gira en torno a tres consignas:
1. “¡El que me contradice, no me entiende!”.
2. “Si el pueblo sufre, es porque lo estoy corrigiendo”.
3. “Opositor visto, opositor fuera de circulación”.
Macho alfa sin jauría.
Imita la estética militar, aunque su ejército lo sigue más por caprichoso que por valiente. Y por las canonjías que le ofrece.
Más que proyectos, el recurso público lo usa en vigilancia, granada, decretos, castigos y poses.
Es el dictador 2.0: con TikTok, pero con argumento de caverna.
En el palacio, se tapa el inodoro. El gran hermano denuncia sabotaje.
Gendarmes se convierten en comisión investigadora y declaran zona de seguridad el baño presidencial. Por si las moscas, solo orina en bacinilla/bacenilla.
En poblado, se agacha para besar a niño campesino, pero confunde la dirección. Termina estampándole beso al guardaespaldas que sostenía la filmadora.
El niño se asusta. El país se ríe. Y él grita: “Fue una emboscada digital”.
Los secuaces, los de su barra, se desgañitan en hurras. Fascinados por su fuerza sin ideas, sin argumentum, su bullicio, su mano dura contra cualquiera que piense. Fósil con WiFi huele a museo.