- viernes 09 de diciembre de 2016 - 12:00 AM
La delgada línea de la justicia
La justicia panameña deja mucho que desear en su lucha contra la corrupción. En reiteradas ocasiones ha sido objeto de serios cuestionamientos, producto del estilo impropio de quienes administran el Órgano Judicial y el Ministerio Público.
El exceso de atribuciones, a favor o en contra, según sea el caso, le quita méritos a las actuaciones y lacera la confianza de la sociedad que sostiene el sistema, a través del Estado de Derecho, que se financia con los tributos de todos los habitantes de este país.
El termino selectividad de la justicia parece común en este tiempo, no obstante, la frase no permite ese tipo derivaciones, ya que la justicia se representa en sí, como un concepto autónomo y propio, que no da lugar a medias tintas.
Se es justo o no. Casos parciales o investigaciones judiciales incompletas, podrían representar algunos procesos en derecho, pero la justicia solo mide, en función al sistema completo. Solo si te agarran pagas, sino te salvas. Estas son las premisas que dan lugar a las interpretaciones que tanto daño hacen al sistema.
Si la personalidad de un fiscal o de un juez, es la que define la suerte de un proceso, o lo que es peor, si la agenda mediática es la que administra los tiempos de la justicia; estamos entonces, al borde de la debacle social. La estabilidad de un país depende de sus estructuras que la administran, sin embargo, la misma solo se sustenta en la confianza que la gente deposita en el sistema.
Por si sola, la justicia representa los límites de convivencia de una sociedad. Hasta donde llega y los bordes de su alcance, son los que definen el Estado de Derecho y la Democracia de una nación.
Esta semana el caso del periodista Julio Miller tomó un giro radical. La acreditación del delito no se estableció, pero todavía el sistema lo castiga. ¿De qué se trata todo esto?
¡Así no funciona la cosa!
Periodista