- viernes 30 de noviembre de 2012 - 12:00 AM
Por qué debo ser candidato
Hace unas semanas anuncié que aspiro a la postulación presidencial por el Partido Panameñista. Hay quienes coinciden conmigo en que es una tarea necesaria en esta sociedad, carente mayormente de altruismo en la política. Por segunda vez incursiono en esta misión, a primera vista de muchos, improbable y, a segunda vista de otros, posible, por las variantes imponderables.
Sin considerarme un dechado de virtudes, solo un ciudadano comprometido con buscar mejores días para ese Panamá al que le cantaron Gaspar, Amelia, Iturralde y Miró, entre otros, espero contribuir positivamente a que mi nación enmiende pasos.
¿Por qué debemos enmendar pasos? Cualquier ciudadano, medianamente informado y con valores, puede concluir que si seguimos por el sendero que transitamos, para lo que nos quede de vida y para nuestra descendencia, los problemas políticos, sociales y económicos que padecemos se agudizarán, lo que, desde una perspectiva egoísta, (característica animal que debemos racionalizar) nos debe preocupar, porque aumentarán nuestros padecimientos.
Para lograr algún mejoramiento de nuestras condiciones hay que hacer lo que eufemísticamente algunos llaman dar un golpe de timón; otros, una revolución; y otros, un cambio, este prostituido por la actual administración.
Hago esta tarea para tratar de mantener viva la llama de la esperanza de que podemos mejorar, pero para eso hay que romper con todas las prácticas que, de repetirlas, seguiremos obteniendo los mismos resultados fallidos.
Todos los aspirantes a postulación presidencial, de la partidocracia, hablan de que tienen solución a los problemas del país. Ingenuos o farsantes porque si no se reestructura el Estado, poniendo la mayor cantidad de vallas a los que ven la política como un modus vivendi , seguiremos repitiendo resultados.
Clientelismo, tráfico de influencias, falta de transparencia, inmoral uso de dineros, privados y peor estatales, engaño, soborno son los instrumentos de los farsantes que controlan el poder actual. Estos instrumentos perversos hacen que los decentes, en su mayoría, no intervengan en política y faciliten vías a los codiciosos politiqueros a seguir en política.
Como Luther King, tengo un sueño: que nuestra generación deje para las subsiguientes un Estado rehabilitado donde la equidad sea el objetivo, donde el país decente embozale al país indecente, donde haya orden y respeto por todos los que vivimos en esta tierra istmeña.
Aspiro a que podamos promover una alianza encabezada por alguien íntegro, ilustrado y apto y que lleve como meta convocar un proceso constituyente en el que todos hablemos de todo para crear la nueva República.
*PRECANDIDATO PRESIDENCIAL