- sábado 12 de febrero de 2022 - 12:00 AM
Cuando las palabras están de más
El pasado miércoles me despedí de mi padre luego de que una isquemia cerebral y una obstrucción intestinal, imposible de operar, le arrebataran la vida. En una ocasión le escribí un artículo en esta columna: "El hombre del chocolate", en el cual detallaba las vivencias que enfrentó, al igual que miles de panameños, que perdieron sus empleos en la época de la invasión.
El nombre ‘El hombre de los chocolates' surge porque vendía chocolates para una distribuidora, de tienda en tienda, de abarrotes, y con el producto de las ventas cobraba una comisión con la que sustentaba a su familia. Fueron momentos muy difíciles, que me hicieron reafirmar mis valores y principios aprendidos por él, muchos de ellos, y otros aprendidos por observación.
Un día, luego de despedirse de mi, me detuve y lo observé desde lejos, y pensé en lo frustrado que se sentía al no poder enfrentar los problemas económicos y que nunca dijo nada, lo guardó para él solamente.
Probablemente otro hombre en su condición habría dimitido y nos habría abandonado, ya que sería el camino más sencillo, pero no lo hizo. Lo que vivimos en aquella época difícil, me dio la fortaleza para seguir adelante, y terminar mi carrera pero siempre sin olvidar las experiencias no muy gratas cuando me informan que mi madre tenía cáncer y que moriría después. A todo esto agregaremos, que tuvimos que alquilar dos camas en una casa de familia, porque no podíamos pagar el alquiler y teníamos mucho tiempo de atraso. Mi madre en el lecho de muerte, le dijo a mi padre ‘te dejo a tu mejor compañero', y desde ese momento fuimos inseparables. Eramos dos personas con caracteres distintos, discutíamos como todo padre con su hijo por diferencias, pero nunca fue un motivo para olvidarlo. En estos momentos en que me toca despedirlo, y decirle hasta pronto, debo reconocer que es un momento para el cual nadie está preparado, aunque te digan déjalo ir. Ya que su ausencia es notoria al igual que el vacío que deja en mi vida. Lo cierto, es que comparto este pequeño escrito, para que todos aquellos que tienen sus padres y madres vivos los busquen y no solamente en las fiestas del día del padre o la madre. Las palabras en muchas ocasiones están de más, pero los gestos y nuestras actuaciones hablan del respeto y amor que le debemos a esas personas con la piel arrugada o con la memoria deteriorada. Quizás ellos no sepan quienes somos nosotros, pero nosotros si sabemos quienes son ellos y eso es más que suficiente.
ABOGADO