- lunes 17 de febrero de 2014 - 12:00 AM
Alternativa
LA EPIDEMIA DE CONFORMISMO
Lo que ocurre en nuestra sociedad es una odiosa sobrevaloración de los egos personales, una sumisión inaceptable al poder y una idolatría al mercado. Hoy día, en Panamá, defender valores es muy mal visto y, peor aún, en período electorero.
Autoridades y aspirantes a serlos, ven con desprecio a quienes criticamos y, más aún, a los que llamamos a reflexionar sobre lo que nos pasa como panameños y a la mortal epidemia de conformismo imperante ante la injusticia, la lucha por la verdad y la defensa de lo humanitario.
Hoy por hoy, en Panamá, debemos tener muy presente lo que Julian Benda nos enseña en La traición de los intelectuales, al afirmar que: ‘La labor del intelectual es defender los valores universales, por encima de la política del momento’.
Desde que se instaló el primer gobierno post-invasión, la clase partidista se enfrascó en una lucha titánica por el control ferreo del gobierno sin importarle planificar el país. El primer gran paso que debió darse, era, y sigue siendo, la necesaria regeneración constitucional de la mano del constitucionalismo y un proceso constituyente.
Sin embargo, no parpadearon en cohabitar, sin valores democráticos, en un sistema donde se institucionalizaron las prácticas clientelistas, electoreras y paternalistas que, lejos de ayudar a las personas a salir adelante, más bien han sumergido a nuestra sociedad en una dependencia absoluta, combinado con el tradicional ‘juega vivo’ que parece ser una marca país.
Durante los últimos 25 años, el sistema de justicia lejos de fortalecerse, se ha ido por un abismo del cual pocos se aventuran a rescatarlo, enfrentándose a monstruos internos y externos. La justicia -como sistema- no se cambia de un día para otro y, los intentos, si no son firmes, no van a dar resultados positivos. Un ejemplo claro es la falta de recursos al sistema, la ausencia de independencia y la pérdida de confianza por parte del ciudadano en ella.
La enfermiza mezquindad de los partidos politicos y su Tribunal Electoral, en permitir la participación ciudadana y de las organizaciones de la sociedad civil, es responsable, también, de la epidemia de conformismo y de la ausencia de objetivos como país frente a grandes problemas y obras. Prueba de ello: la gente está más preocupada de si suspenden el carnaval que de controlar el problema del mosquito o el hanta virus o, mucho peor aún, el Canal, que representa a nivel mundial una de las mayores obras de ingeniería, y no se vió ni una sola pancarta de protesta en los conciertos recientemente organizados por la ACP.
Ojalá que las candidaturas presidenciales partidistas e independientes, pensaran en atacar el conformismo, en vez de hacer promesas, promesas y más promesas.
* CONSTITUCIONALISTA Y CATEDRÁTICO UNIVERSITARIO