Sobre padres e hijos peloteros
- miércoles 16 de abril de 2014 - 12:00 AM
Saludos, amigos y amigas del béisbol, bienvenidos a otra jornada de la pelota criolla. Hoy, en el Miércoles Santo, día de meditación y reflexión, sacamos nuestra libreta de apuntes para hablar de aquellos padres e hijos que han pisado un diamante juntos, de la mano, como debe ser.
Recuerdo muchos casos, padres que fueron peloteros e hijos que han seguido sus pasos. De los más populares, José Murillo y su hijo José Murillo III, el caso de Manuel Rodríguez y sus dos hijos con Herrera.
Lo de ‘Tito’ Libio Espino con su hijo, que juega con Oeste, el de Rodrigo Orozco, Darío Agrazal y por allí, también Ariel Jurado.
Mucho del éxito de un pelotero depende de la formación y educación que reciba en su casa, empezando por la relación padre e hijo.
Entrenar juntos, entablar tertulias beisboleras hasta quedar dormidos, discutir las jugadas, conversar, reir, llorar, todo eso ayuda a que un pelotero crezca con fuerza.
El caso de Víctor Preciado y su hijo Reginald es especial, es una relación que va más allá del juego de pelota y todo el secreto empieza en el hogar. Escuchar hablar a Reginald, es como si fuera Víctor en miniatura. Usan palabras similares y toman la misma pausa.
Ahora, ¿quién será mejor en el terreno? Está por verse en un futuro de unos seis o siete años. La historia en la pelota panameña nos habla de bonitas relaciones entre padres e hijos y ahora se escribe un nuevo capítulo.
¡Suerte a ambos, Dios los bendiga!
¡Viva el béisbol!