- miércoles 07 de mayo de 2014 - 12:00 AM
DOS CAMINOS
Todos se alegran mucho cuando ganan un juego, un deporte, a otra persona. Pero ¿y si pierden?
En la vida casi todo es competir, se compite diariamente en la familia, en los estudios, en el trabajo, en los negocios, en el deporte, en la sociedad, por el dinero, por el amor, contra las enfermedades, contra la conciencia, contra las virtudes y valores humanos, etc.
En esas competiciones se gana o se pierde, muy pocas veces se empata. Por eso es muy importante aprender a saber ganar y a saber perder (respetando al rival y sin hacer trampas).
Saber ganar no solo es vencer, saber alcanzar unas metas para conseguir prosperar, lograr y obtener los objetivos o triunfos propuestos, sin vanagloriarse, ser egoístas y hacer trampas.
Saber perder también es bueno, es aprender una lección que si se aprovecha, se puede sacar de ella una buena experiencia e incalculables beneficios.
Se aprende a perder, perdiendo. En la vida hay que saber perder, aunque se haya entrenado muy duro para ganar.
Enfadarse después de perder es algo normal, no es solo cosa de niños y llevar a la práctica la famosa frase de consolación: ‘lo importante es participar’, es un reto que requiere esfuerzo y voluntad por parte de cada uno.
Para los niños es más difícil todavía porque no tienen la madurez emocional necesaria para controlar sus sentimientos, son muy egocéntricos por su condición de niños, desean ser el centro de atención de todos los que les rodean y no llevan bien eso de no obtener lo deseado.