El viejito mujeriego

Ricardo tenía una especie de harén, pues a sus brazos caían rendidas toda clase de mujeres sacadas de revistas y con esculturales cuerpazos y se dio gusto deleitándose con ellas
  • domingo 09 de enero de 2022 - 12:00 AM

"Se le moja la canoa", es una expresión que en algún momento has escuchado, pero hay veces que el hombre es tan mujeriego que cuesta creerlo.

En el pueblo El Limoso vivía Ricardo, un señor que ya había pasado las 60 primaveras y que en su juventud era reconocido por los pencas de hembra que tenía y que era la envidia de muchos hombres.

Ricardo tenía una especie de harén, pues a sus brazos caían rendidas toda clase de mujeres sacadas de revistas y con esculturales cuerpazos y se dio gusto deleitándose con ellas.

Había morenas, fulas, altas, gordidtas, delgadas, pequeña y es que Ricardo en su juventud, era un hombre muy guapo, como un galán de telenovelas y muchas mujeres al verlo se babeaban y querían sacarle cría. Y es que el man era dueño de unos ojos verdes y una sonrisa que mataba.

La vida de Ricardo transcurrió de mujer en mujer, de cama en cama, pero nunca se casó ni tuvo hijos. Al principio, en el pueblo, pensaban que no formalizaba una relación porque quería seguir en sus andanzas de tener más de una mujer en sus brazos. Pero cuando llegó a la edad dorada, Ricardo seguía solo,porque a pesar de que le había caído los años, aún conservaba sus atributos para conquistar muchas hembras.

Y hasta de vez en cuando se daba tremendo banquete con alguna chiquillitas. Era el terror de las pelaítas del barrio; muchacha que le gustaba, se la levantaba sin ningún problema. Lo malo que es el viejo Ricardo guardaba un secreto que salió a la luz.

Y es que Ricardo evitaba los tragos hasta que un día Elena, una muchacha que tenía 20 años menos que él, lo convenció de tomarse algunas copas y allí salió a relucir su secreto que tenía escondido.

A Ricardo, tras unos tragos, como se dice por allí, se le mojaba la canoa. Y en plena fiesta no puedo disimular y comenzó a tocar de manera no apropiada al hermano de Elena, que de un solo golpe lo aquieto, y le dijo: respete que no soy gay.

Luego de ese día todos en el barrio comentaron que al viejito mujeriego de tanto comer bombones de mujeres, se aburrió y que ahora quería que le dieran su par de rejo y lo pusieran contra la pared. Esto se comentaba en las esquinas, y al pasar le decía ahí vine "La Rica".

Él solo agachaba la cabeza ante los comentarios, pues su secreto había sido descubierto tras un par de copas y se había convertido en la comidilla de El Limoso. Así que decidió abandonar el pueblo, recogió su tamuga de ropa y comenzó su vida en otro sitio. En ese lugar nadie lo conocía, así que finalmente pudo ser lo que verdaderamente era sin que nadie lo señalara por las calles.