Más viejas que Matusalén

Martina andaba rabiosa porque la gente ya no adorna la casa con luces navideñas.
  • domingo 04 de diciembre de 2016 - 12:00 AM

Martina andaba rabiosa porque la gente ya no adorna la casa con luces navideñas. En su mente todavía estaban las imágenes de antaño, cuando unos días antes de diciembre, la familia en pleno se reunía para poner el arbolito, el nacimiento y llenar la casa de foquitos. ‘Ya esa moda pasó, ahora la Navidad se celebra con cohetes y pirotecnia, el que no está en esa onda es un dinosaurio, mi marido y yo ahorramos 200 dólares para tirárnoslos en cohetes', le dijo Yamileth, la vecina, a Martina, quien en la mañana les dijo a su marido e hijos que todos debían estar en el hogar antes de las cinco para adornar la casa, y chilló ‘el que no regrese a tiempo que se atenga a las consecuencias'.

Antes de la hora señalada llegó el hijo. ‘Ni hoy sábado puede uno quedarse en la calle con sus amigos, pura locura esa de poner luces', rezongaba el hijo, pero Martina lo ubicó: Cállate, si no te gusta mi manera de gobernar este hogar busca rumbo adonde la familia de tu intento de novia, esa sí que es gente de poco entendimiento de la Navidad.

Al marido lo calló de dos hocicadas cuando este alzó un poquito la voz para decirle que no encontraba las extensiones ‘tú nunca hallas nada, nunca resuelves, nunca, siempre andas poniendo peros para todo, yo apuesto mis ojos a que las encuentro'; rabiosa rebuscó entre los chécheres y como un premio satánico regresó con los cables. Luego lo regañó porque algunas lucecitas no se encendían: ‘Cómo que no prenden, para qué estudiaste electricidad tú, y para qué te paga el Gobierno como subdirector del departamento eléctrico, funcionario inepto'. El hombre tragó grueso para no sacar la mano y sentarla de un solo trompón, que era lo que más deseaba, con paciencia y con la ayuda del pelao lograron el milagro de la luz. Antes de que anocheciera, la casa se iluminó con el compás lumínico de un-dos verde azulado. Justo en ese momento regresaba el marido de la vecina Yamileth, quien celebraba el sábado con guaro. El borracho se paró frente a la casa y gritó en son de burla: ‘Las mismas luces del año pasado, del 2015 y del 2014 y del 1903, esos foquitos verdes y azules yo los conozco como si los hubiera parido, boten eso, compren pirotecnia, runchos tercermundistas, boten esas luces más viejas que Matusalén'.

El marido de Martina, que tenía guardadito el rencor de todo el día por la gritería de su mujer, sacó toda la rabia contenida y le gritó tres palabrotas al vecino, quien, envalentonado por el aguardiente, le contestó con seis vocablos de lo más selecto del repertorio.

No hubo necesidad de más palabras, el de la casa pegó la primera trompada y el borracho se le enfrascó medio minuto, pero se le debilitó el ímpetu y cómo no quería perder desconectó violentamente la extensión eléctrica poniendo fin al espectáculo de las luces. ‘¡Abajo esa vaina, quién quiere ver las mismas luces del año pasado!, gritó y no vio que Martina lo atacaba con un palo de escoba. En segundos salió Yamileth al oír los gritos, y entró en acción atacando a Martina que se defendió como gata boca arriba; se dieron de lo lindo hasta que un vecino llamó a los tongos, quienes vieron el video que el hijo de Martina había grabado y le dijeron sin asco al marido de Yamileth: ‘Pasa 200 dólares o vas preso y no sales hasta el 2080, por borracho, por liso y por criticar las luces navideñas'. Tras una larga conversación, le tocó a Yamileth buscar las viejas botas de cuando su marido trabajaba en la construcción y sacar de allí los 200 rúcanos que ella había apartado de los ahorros navideños para comprar cohetes y dárselos a los policías, quienes se fueron enseguida y le dejaron libre a su marido borrachín.

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