Revolcón del Barrio
- miércoles 19 de marzo de 2014 - 12:00 AM
Quienes construyen edificaciones para alquilar no piensan ni un poquito en el futuro cliente. Por eso hallamos por doquier los populares cuartos de alquiler donde en un mismo espacio, siempre reducidísimo e insalubre, habitan varias familias, casi todas con una mascota, que deben realizar, humanos y animales, sus necesidades básicas en un sitio común. En las tinas multiuso se cepillan, lavan al perro y al gato, la vajilla, la ropa y a los niños que no ‘avisaron a tiempo’. Y ni qué decir del baño comunal, alrededor del que se forman las indeseables filas. Fue en esa área donde se gestó el revolcón. Las vecinas le tenían el ojo puesto a Amaranta, la sensual inquilina que vivía en el último ‘cajón’, por lo que desde la puerta ubicada al final debía atravesar las 14 restantes para llegar al baño y la tina-fregadero y más. Era costumbre de la mujer hacer la travesía en una batita transparente, que nada tapaba sus sensuales formas. A varios tenía locos los pezones de la afortunada, más o menos del tamaño de un dedal y que la seda, a falta del sostén, no escondía. Entre los ‘loquitos’ estaba Ovidio, el marido de Jeanine, quien había comentado que lo único que a Amaranta le faltaba era pasar solo con la bata y que el día que se le ocurriera hacerlo la revolcaría por todo el patio. A pesar del comentario de su mujer, Ovidio ya había perdido la paz abdominal y solo pensaba en los ‘dedales’ de Amaranta. El atolondramiento le impedía cumplirle a Jeanine, que ya andaba que si le decían tetas saltaba como una leona. Una mañana de brisas frescas, cuando ella le freía unas hojaldres a su marido, se formó el tejemeneje. De la zona del baño le enviaron un guasap: ‘La ‘#$% no trae puesto el de abajo’.
Fue como halarle todos los pelos del cuerpo. ‘Voló’ para allá y encontró a Ovidio en fila detrás de Amaranta, quien solo vestía la batita transparente, nada, nadita debajo. Su marido estaba como el burrito frente a las dos pacas de paja, no sabía si mirar los ‘dedales’ o la ‘peras’ descomunales. No se dio cuenta de que ella llegaba. ‘Despertó’ cuando sintió el ‘corrientazo’ a su lado y oyó el tropel humano que caía sobre Amaranta, que ya rodaba por el sucio patio común tirada del cabello. Las inquilinas que escucharon la bulla supusieron el porqué y se sumaron al ataque. Tuvieron los vecinos que llamar a la Policía porque el coraje femenino era tan intenso que no podían quitarle a Amaranta. Cuando llegaron los tongos encontraron a la bella desmayada en el patio, desnuda, pero rodeada de todos los vecinos del sexo masculino, quienes, además de contemplarla, la protegían de otro posible ataque. ¡¡¡¡¡Mucha hembra!!!!!, dijo un policía tras mirar a la exuberante Amaranta. ‘Yo soy el esposo, una loca de aquí la atacó’, afirmó Ovidio, quien sintió que estaba ‘perdido’ desde que vio a viva piel aquellas suculencias femeninas. Tuvieron entonces que fajarse duro los tongos para contener a Jeanine, a quien casi se le rompe el hilo de la cordura cuando oyó a su marido.