Prima malvada
- domingo 13 de mayo de 2018 - 12:00 AM
La vida del hombre infiel transcurre entre angustias, sustos, preocupaciones y, lo peor, la cartera pelada siempre, eso no falta en el pasar de quien quiere gozar dos cucas al mismo tiempo, lo que le quita a la de la casa se lo quitan donde la amante que siente que ese es su derecho porque es ella y solamente ella la que pone al fulano a gozar de verdad.
Así andaba Bredio cuando se le cruzó en el camino la pocotona Belkis, amiga de Susana, su amante, que era prima de su esposa, Cristina, que ignoraba quién era la rival gracias a que los parientes se lo ocultaban, porque temían que le diera un patatús. ‘Ni idea', le decían cuando ella llegaba llorosa contando que estaba segura de que Bredio la engañaba, pero que en nombre del amor lo perdonaba, y que lo único que deseaba era saber quién era la otra, verle la cara de frente, en carne y hueso como muchas veces dijo la expresidenta santeña.
Fue en una reunión política de esas que ya están a la orden del día donde Bredio conoció a Belkis; fue su misma amante quien se la presentó y el flechazo los unió enseguida, dejando a Susana herida de muerte y clamando venganza. ‘Tú no me conoces a mí, no sabes con quién te metiste', le gritó Susana a Bredio, quien ya ni le chateaba, engolosinado con Belkis, que enseguida cambió de número para que la antigua amiga no tuviera ninguna vía para reclamarle, lo que no sirvió de mucho, porque Susana sabía donde vivía y allá llegaba a molestarla, lo que solo hizo tres veces: a la cuarta se quedó en la intención, el mismo Bredio, que menos de un mes antes le escribía diez veces al día que la amaba más allá de lo que cualquier mortal se imagina y que si alguna vez la viera en peligro arriesgaría sus dos ojos, sus dos riñones y todo lo que hay en par en su cuerpo para defenderla, contrató a unos chacalitos para que no la dejaran ni aproximarse a la vereda que daba a la casa de Belkis; a punta de piedras y mangos la hicieron recular luego de robarle y quitarle hasta el celular.
De bravucona pasó a mendigar el pasaje de vuelta, golpeada en el cuerpo por los chacalitos contratados por Bredio, y con el alma profundamente herida, no pudo lidiar con los dos dolores y hubo que llevarla al hospital, adonde llegó la parentela a contarle que Cristina tampoco andaba bien de salud, pero que le mandaba muchos saludos y que estaba en oración diaria para que pronto se consolara de la decepción causada por ‘el extranjero ese', que era el cuento que le inventaron las otras primas para seguir encubriéndola. El desengaño no logró acabarla como era el deseo de Susana, y cuando dejó el hospital, doce días después de la tarde en que su amor del alma la mandó a golpear, salió decidida a olvidarse del mal hombre, pero lo haría después de vengarse, y se fue a la empresa donde Bredio laboraba a contarle al jefe algunas historias del trabajo que el examante le contó en los momentos de retozo de sus tiempos de amigos de cama.
El empresario no le creyó y la hizo salir de inmediato, argumentando que no la creía capaz de testificar en una audiencia, ‘lo que estás es dolida, pero si yo reabro ese caso, seguro que el Bredio te busca cariñoso y tú caes de nuevo, y vas allá a declarar que él jamás te lo dijo, que lo inventé yo'. Dolida porque veía esfumarse su esperanza de vengarse, acudió a otro recurso que no le falló: fue a hablar con Cristina y le dio la dirección de Belkis, y allá llegó la esposa de Bredio.
‘No es lo que tú estás pensando, vine a hacer un camaroncito', gritó Bredio nervioso, pero su esposa no logró oírlo, porque su raquítica salud no aguantó el ‘tatequieto' emocional y cayó en la casa ajena.
‘La mató Susana', repitieron por muchos años los parientes.