Mi pobre compadre

A quiles se levantó ganoso de brisa fresca, de aires de vida, como llamaba él a esa sensación conocida que lo atormentaba cuando se poní...
  • domingo 18 de noviembre de 2012 - 12:00 AM

A quiles se levantó ganoso de brisa fresca, de aires de vida, como llamaba él a esa sensación conocida que lo atormentaba cuando se ponía melancólico recordando y añorando la época en la que aún trabajaba. Y pensar que en esos días vivía rogando que le llegara la edad para jubilarse. Todo era diferente, a media semana él pasaba donde Alejandrina, su amante y la mujer que siempre le tenía un menú nuevo y sabrosón, pero que ahora le parecía tan insípida como la de la casa.

Voy a visitar a mi compadre Juan, que está operado y en cama, le dijo a su mujer. Y se fue a la calle en busca de una dama joven, con suficiente mejengue para devolverle a él la vitalidad en vías de extinción. Añoraba encontrarse con una colegiala, que era su sueño dorado desde que notó los primeros síntomas del mal de pollito, que ataca al hombre después de los 45 años.

Fue en una parada de buses que vio a la hermosa chiquillona, con sus colas y su mochila. Le pareció como muy mayuyona para estar aún en etapa de colegio, pero ella le sonrió sin dejar de masticar el chicle, lo que lo animó a acercársele.

Tenemos que ir a mi casa, porque a un push no me arriesgo, le dijo la supuesta colegiala apenas él le enseñó un fajito de billullos que ahorraba desde hacía tiempo para ese momento.

La chiquillona llegó a la casa y fue quitándose todo lo que no era de ahí, y aunque a Aquiles le extrañó esas medidas tan protuberantes para una pelá de colegio, no dijo nada y se entregó a babosearla. Un rato después, la chiquillona gritó: ¡¡¡bueno, cuándo!!!

No, no me grites, que yo estoy pagando buen sencillo por tus caricias, además yo soy medio lento para encabritarme, le dijo él a la pelá que amarró la cara y cerró los ojos. Quince minutos después, cansada del manoseo del vétero, se levantó y le dijo otra vez, y más gritado: Cuándo coño vas a accionar. ‘Pero ayúdame, pidió él.

La muchacha, de mala gana, empezó a manosearlo con tanta fuerza que Aquiles protestó: No me lo jale así, carajo, hágalo con cariño, no joda.

‘Sabes qué, viejo verde, vete ya’, le dijo la muchacha y le pegó otro jalón allá mismo, lo que enfureció al enfermo del mal de pollito, que se vistió enseguida e hizo ademán de salir.

Dame la plata, viejo de porra, le pidió ella, pero Aquiles no estaba dispuesto a darle ni un real, por lo que formaron una discusión violenta que se agudizó más cuando del cuarto de al lado salieron tres pelaos que intentaron caerle en pandilla al viejo. No contaron con que este andaba armado, de manera que lo dejaron irse por las buenas y sin pagarle el trabajo ‘a medias’ de la ‘colegiala’.

Aquiles no había avanzado mucho cuando lo detuvo un patrulla. ‘Está acusado de entrar a una casa con una menor de edad’, le dijo el policía y le mostró una foto de él cuando ingresaba a la vivienda con la muchacha.

Aunque sintió que el mundo se le venía encima tuvo aliento para pedirle al policía que negociaran.

¿Cuánto tienes?, preguntó la autoridad. Con las manos temblorosas Aquiles sacó el fajito de billetes que antes le mostró a la supuesta colegiala y se lo dio al policía, quien le dijo: Largo para la casa, abuelito, ya usted no está para esas faenas.

Llegó a su hogar sintiéndose peor que cuando salió. ¿Cómo está tu compadre?, le preguntó su mujer.

‘Ahí estaba mi pobre compadre, tirado en el sillón sin ganas de nada’, contestó.

Su mujer lo miró iracunda, lo agarró por la camisa, lo sacudió y le gritó: No mientas, cabrón, al compadre lo enterraron anteayer.

MORALEJA: CADA COSA TIENE SU TIEMPO Y SU LUGAR.

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