Grosero

‘Por ahí te llega lo tuyo', le decían a Felipe, quien torcía la boca cuando a su bus subía un viejo o un estudiante
  • lunes 23 de enero de 2017 - 12:00 AM

‘Por ahí te llega lo tuyo', le decían a Felipe, quien torcía la boca cuando a su bus subía un viejo o un estudiante. Enseguida mascullaba improperios. Varias veces, las autoridades lo obligaron a quitar unos cartelitos que anunciaban a rejo pelado: ‘No suban ni los jubilados ni los estudiantes, porque este carro costó mucha plata y no anda con agua, sino con gasolina'.

En el pueblo se sabía que Felipe adoraba a Anita, su mujer, por lo que recurrían a ella para que hablara con él y cambiara su actitud, porque los jubilados sufrían el día de pago o en las fechas de citas médicas, único entretenimiento de quienes ya viven esta etapa; igual pasaba con los pelaos, muchos llegaron tarde a los exámenes finales por lo que el promedio quedó en rojo, situación que los obligó a asistir al colegio cuando los demás estaban de vacaciones. La mujer se dio por vencida, porque el marido le dijo tajantemente ‘la plata manda, yo no voy a llevar a nadie a medio precio ni a hacerle descuentos, ni a Dios que se baje del cielo le voy a rebajar el pasaje'.

‘Platero, alagartado, comeplata, usurero, avaricioso, codicioso, tanta ansia de plata te va a matar vivo', le dijo Anita cuando se convenció de que su marido no cedería a sus peticiones. Y no lo molestó más con el asunto, porque ya en su mente había otro pensamiento que la distraía y la llenaba de ideas de cambiar el rumbo de su vida. Para colmo de males de los lugareños, la otra chiva se dañó, dejando a Felipe solo en la vía, sobre todo ahora que era el llamado ‘tiempo de nivelación o de rehabilitación'. Muchos chiquillos salían cada mañana uniformados a recibir clases para ‘alcanzar' la nota mínima y aprobar la asignatura fracasada. Los pelaos se le subieron al bus sin que Felipe lo pudiera evitar. Cuando vio que subió el último de un grupo de treinta, arrancó y sonrió misteriosamente, puso su música a todo volumen y siguió su trayecto ante la sorpresa de la muchachada que se extrañaba de que esta vez no los insultara.

Los llevó hasta la puerta del colegio, pero les cobró pasaje completo. Todos, sin excepción, pagaron con un dólar y extendieron la mano en espera del vuelto, pero Felipe les decía burlonamente ‘es un dólar, pasaje completo porque estamos en verano, solo de febrero a diciembre rige la ley del medio precio para los dizque comelibros'. No se supo si los chiquillos sacrificaron la merienda o qué, pero de regreso subieron al bus con el dinero en la mano, porque Felipe les cobró por adelantado. Solo Targidio protestó y le sacó en cara la ley que establece el descuento del 50%.

Pero Felipe le sacó de nuevo el argumento de que la validez de la ley solo es de febrero a diciembre. ‘Deme mi peso vuelto', decía el chiquillo. ‘No hay vuelto, quién te manda ser bruto', aseguró Felipe, quien hizo el viaje de regreso indiferente al malestar del chiquillo por la ofensa pública. A Milka se le vino el mundo abajo cuando supo que Felipe había llamado bruto a su hijo, y lo esperó en la vía para arremeter contra él, que se defendió con insultos peores que los dichos al chiquillos, por lo que la madre, al ver que el conductor no pensaba pedirle disculpa al ofendido, sacó su última carta: ‘Sabes qué, mi hijo será bruto, pero no un cornudo como tú, que los cachos te van a romper el techo de la casa y este bus, estás recogiendo la sobra de mi primo Evaristo'.

La revelación le bajó la soberbia a Felipe, quien quedó llorando como chiquillo y rogándole al mismo Dios que lo ayudara a llegar a su hogar y que Anita le dijera que eso era una calumnia. Pero la bella esposa estaba envalentonada por la mala pasión y le dijo cantadito: Sí, es verdad, desde el año pasado ando con Evaristo, y ya no aguantamos más estar lejos, por lo que aquí partimos el queso, Felipe.

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