Eso no se para más
- sábado 17 de mayo de 2014 - 12:00 AM
Nicanor despertó a todos con sus gritos, hasta el perro se asustó con los alaridos de terror y empezó a ladrar, alarmando al vecindario, que acudió todito a preguntar qué pasaba. ‘Mi marido de nuevo con las pesadillas’, dijo la mujer del afectado. Una curiosa quiso saber los detalles del caso, así supo, por boca de la esposa de Nicanor, que este llevaba un año y tres meses sufriendo de gatillazo, y que había probado varios tratamientos, pero sin resultado, por lo que el médico dejó entrever en la última cita que solo quedaba el recurso de las inyecciones.
‘¿En el brazo o en las sentaderas?’, preguntó preocupada la mexicana que vivía con don Pacho. ‘No, señora, allí mismo, las inyecciones las ponen en el mismo, bueno, usted sabe, en el mismo’ (y le explicó con un gesto).
‘Dios mío, tiene razón Nicanor de estar asustado’, dijeron varios, espantados ante la posibilidad de sentir una aguja en esa parte tan sensible.
Algunos, condolidos, entraron a la recámara y le secaron el sudor; mientras, las comadritas sugerían que mejor se dejaran de eso ya, que la edad de ellos no era la propia para el sexo, pero la mujer de Nicanor se plantó y les dijo que ella moría guerreando, que los placeres de la cama son para viejos y jóvenes.
Una que acababa de entender qué era un gatillazo recomendó varias pastillas que se lo ponían como un cañón hasta al más destartalado, pero la esposa desatendida dijo que ya las habían probado todas y que ninguna le servía.
‘No le sirven y encima lo ponen con una moqueadera y con la cara rojita’, respondió la mujer y rompió a llorar con tanto desconsuelo que un vecino se ofreció a llevar a Nicanor donde una uruguaya que curaba, en una sola sesión, cualquier clase de gatillazo, Varelazo, trancazo y todos esos males. ‘Pero cobra caro’, advirtió el vecino.
‘No se preocupe por eso, veci, yo pago lo que sea para que mi marido vuelva a hacerme feliz’, anunció la mujer del enfermo limpiándose los mocos, y sacó de debajo del colchón un buen par de billullos, de manera que enseguida partieron a buscar la cura.
Nicanor regresó al anochecer, confiado y feliz. ‘Vamos a acostarnos ya, que hay que darle cuero a esta vaina, que está que es una roca, qué digo, una cantera’, le pidió a su mujer, quien no protestó porque se perdería el capítulo final de la telenovela.
Se metieron a la cama pensando que el gatillazo era cosa del pasado, pero el enemigo surgió enseguida, violento. No los dejó ni siquiera darse una rascadita, nada.
El amanecer los halló intentándolo. Todo en vano. A las seis y media llegó Nicanor a la casa de la extranjera.
La mujer trató, primero, de calmarlo, pero luego se cansó de su reclamo y sacó un juguete para explicarle que la sangre debe fluir para que el miembro coja fuerza y que esto y lo otro. ‘No quiero charlas baratas, quiero que me lo pare’, gritó Nicanor.
La ‘experta’ lo miró furiosa también, y gritó: ¡¡¡¡¡Eso no se para más!!!!!
Fue un efecto tsunami. Nicanor olvidó el decoro y le pegó.
Un golpe contundente en el ojo fue la respuesta, y se enredaron en un dame que te doy. Lo sacó la Policía, golpeado y acusado, y, lo peor, con el gatillazo vivito.