El quemón

Sabemos donde amanecimos, pero jamás dónde nos agarrará la noche 
  • domingo 10 de enero de 2016 - 12:00 AM

Sabemos donde amanecimos, pero jamás dónde nos agarrará la noche. Cuando Casilda se convenció de que había perdido la batalla empezó a gritar: Ya me cansé de andar llorando, se va hoy mismo o lo saco con la ley. Media hora más tarde salió arrastrando varias bolsas. ‘Es la ropa de Edsel, que nunca más pondrá un pie en mi casa', les dijo a quienes la vieron subir a un taxi. Llegó con su cargamento especial a la casa de la otra y sin decir una palabra lo dejó allí y se fue.Edsel, reído de oreja a oreja, haló las bolsas dispuesto a meterlas en el apartamento de su amante, pero esta lo paró: Un momento, papito, una cosa es que usted venga y se quede acá conmigo y otra que se quede aquí para siempre. La risa se le congeló al hombre y gagueando dijo: deja el relajo, esa broma está muy fea. Y con fuerza metió el equipaje, pero la dama, a patadas, movió las bolsas diciendo:. ‘Vaya buscando otro sitio para esos bultos, vaya y ruegue que lo reciban otra vez o acomódese con su mamá, pero aquí no'.Edsel rogó un rato, pensando que la guial estaba jugando, pero cuando la vio marcando el número de la Policía, comprendió que había estado engañado los diez años que llevaban de relación. La decepción le sacó el amargor del llanto y rogó de nuevo, pero la bella se mantuvo firme: Aquí, de planta, mis hijos y yo, y usted un rato nada más.

Tuvo que recoger sus bolsas e irse donde la mamá, quien le dijo: ‘Mi hijito, usted sabe que Makuto y yo acabamos de juntarnos y estamos, cómo le diría, bueno, en la etapa caliente, o sea que igual usamos la sala, la recámara o la cocina a cualquier hora, usted sabe cómo es eso, hay que darle al cuerpo cuando pida, así que, aquí no, la vida es solo una, y es corta, hay que gozarla', dijo la madre.Llamó varias veces a Casilda, pero la respuesta no varió: No. Pasó otras horas marcando el número de la amante, quien lo amenazó con dejarlo si seguía con la necedad. Recurrió por último a una hermana, pero esta lo consultó con el marido, quien enseguida dijo que no.Mis hijas ya están señoritas y no quiero bajarle la cabeza a ningún infeliz que las quiera recabuchar, argumentó el hombre que había traído al hogar dos niñas del compromiso anterior. El anochecer lo encontró en un parque porque andaba limpio, nada para siquiera pagar un hotel. Fue cuando se acordó de un amigo: Venga, compadre, venga, que acá le haremos un huequito, lo consoló el conocido, pero cuando Edsel llegó con sus maletas, ya la mujer del amigo le había puesto unos cartones en un cuartito donde anteriormente estaba la letrina y que ahora usaban como depósito.

‘Arrópese bien, no vaya a ser que lo pique el mosquito malo', dijo la mujer del amigo y cerró la puerta. El amanecer encontró a Edsel desvelado y acosado por los insectos. Solo en ese momento se arrepintió de haberle hecho tanto daño a su esposa y a sus hijos con una mujer que a fin de cuentas solo quería su plata. Pasó la mañana revisando su estado financiero, siquiera para irse a un hotel a vivir mientras Casilda se condolía o la otra se arrepentía, pero no encontró ninguna operación aritmética que le produjera unos verdes de las tarjetas y cartera en rojo absoluto.

Y sucedió lo que reza el refrán ‘a un clavo ardiendo se agarra el que se está hundiendo', y le tocó llamar a un amigo que le abrió las puertas enseguida. Todo estuvo bien hasta que llegó la hora de dormir y supo que tenía compañero de cuarto: un individuo que no lo dejó pegar el ojo en toda la noche, el hombre parecía mirarlo lujuriosamente y Edsel pasó desvelado y aterrado, temeroso de dormirse y despertarse trabado.

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Advertencia: A un clavo ardiendo se agarra el que se está hundiendo.

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Refrán: Gota menuda en piedra dura cayendo y cayendo hace cavadura.

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