El gringuero
- domingo 29 de marzo de 2015 - 12:00 AM
A diario, Fermín le recordaba a Renatita que él había gastado buco chimbilín mandándola a estudiar inglés, para que se casara con un gringo de buen ver, educado y con plata. ‘Y hablo de un gringo blanco, oíste, no se te ocurra meterte con un cholito o chombito panameño porque te cobro hasta el último centavo que gasté en tu educación’, repetía el don.
‘Ya esos tiempos de las mujeres gringueras pasaron, si ya los gringos fulos y los otros se fueron, papi’, le dijo Renatita, quien aprovechó para avisarle que ya ella tenía novio,
‘Bagdad’, que estaba dispuesto a darle una prueba de amor haciendo el sacrificio de quitarse los aretes, los piercing y, si el viejo lo pagaba, la operación para revertir los tatuajes.
¡¡¡NO; NO Y NO!!!, fue la respuesta de Fermín. ‘Dije que quiero un yerno gringo, white, con money y very education, de eso para arriba, oíste’. Pero como Renatita ya andaba alterada por el picor abdominal del primer amor, no le hizo caso y apenas Fermín se fue para el trabajo, ella llamó al novio para que viniera a acompañarla.
El pelao entró por la puerta grande, por la principal, de manera que hubo unos ojos traviesos que lo vieron.
No tardó Fermín en recibir la llamada. Una vecina que no se identificó llamó a su trabajo avisándole que tenía visita. ‘Está el chombo con aretes en su casa’, le dijeron.
La rabia y los nervios le impidieron manejar su carro, por lo que un compañero, también negrito, se ofreció a llevarlo. En el camino paró tres veces para amenazarlo: Sigues vociferando en contra de los negros y te voy a sacar la mugre además de dejarte botado en medio del corredor.
Entre maldiciones y amenazas llegaron a la casa, donde todo era silencio. Fermín entró directo a la cocina. Luego, armado, pasó a la recámara de su primogénita. Los pescó medio dormidos, pero vestidos, de manera que el muchacho pudo salir rápido de la habitación, perseguido por él.
La persecución duró poco. Se impusieron la juventud y la experiencia en huir del laopé. Fue suficiente para alejarlo de Renatita, quien tiempo después le dio al padre la felicidad de ennoviarse con un gringuito fulo y ojiazul. ‘El gringo, mi futuro yerno, está en Panamá estudiando las plantas briófitas’, les decía Fermín pechón a sus amigos.
añadía: Él sí es gringo de verdad, es del mero Washigton DC, adonde yo iré pronto cuando mi hija se case y él nos lleve a conocer a su familia gringa y toda blanca.
Los amigos lo escuchaban, pero ninguno lo felicitaba por su sueño cumplido, hasta hubo uno que dijo ‘ojalá no se le queme el pan en la puerta del horno, esos extranjeros fulos y con ojos de otros colores, a veces son el diablo mismo, si no me creen, lean la historia de los crímenes de mujeres a manos de hombres lindos’. Los otros se persignaron y se fueron alejando mientras Fermín soñaba despierto y en voz alta. No pudo hace realidad ninguno de esos sueños gringueros, porque una tarde encontró sus casa desvalijada y a su hija golpeada y amarrada a la bicicleta. El gringo estudiante de la flora panameña, blanco y rico, no era más que un pana bien desteñido y ladrón, hijo de uno de los últimos yanquis que quedaron en Panamá tras la invasión, al que no pudieron localizar nunca, pese a que Fermín gastó lo que tenía para los pasajes hacia Washington y vendió los abrigos que ya había comprado para protegerse del frío allá en ese estado, todo con el fin de que un detective lo ayudara a localizar al gringo-pana, pero la plata se acabó y el ladrón no apareció.
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Vanidad: Quiero yerno gringo de verdad: ‘white’, ‘white’
Amor: Yo quiero a mi panameñito, chombo y que coma patacones.