Doña “Chuca”

Por muchos años fue llamada cariñosamente por los lugareños Doña ‘Chucha', esto para que su apodo combinara con el de su marido don Chucho
  • martes 01 de marzo de 2016 - 12:00 AM

Por muchos años fue llamada cariñosamente por los lugareños Doña ‘Chucha', esto para que su apodo combinara con el de su marido don Chucho, el único jodedor que tuvo la doñita y que jamás le permitió ponerse pantalones ni largos ni cortos, de manera que se fue a la tumba con el dato de las dimensiones de la cuca de su mujer. Cuando el caballero murió, las vecinas se presentaron a darle las condolencias con gritos como ‘ay, qué hará ahora Chucha sin Chucho, ay, cómo se consolará Chucha sin Chucho'; algunos libidinosos se acercaban al féretro y susurraban ‘ay, vecino, cómo se le ocurre morirse y dejar a la Chucha con frío'; pero el toque de gracia lo puso la misma viuda, quien en el panteón lo despidió con un discurso que puso arrechos a varios: Ay, Chucho mío, el único que supo lo que tengo y de lo que soy capaz, váyase tranquilo, papiiiitooo, que solo usted tenía la llavecita de mi cuerpo, guárdela bien, pero téngala a mano para usarla apenas yo llegue, papitooo'.

Los vecinos siguieron llamándola doña Chucha hasta que un borracho le gritó ‘ay, Chucha, de qué tamaño la tenéis, ombe'. La viuda lo llevó arrastrado a la corregiduría, donde lo guardaron por varios días por libidinoso, y el caso provocó que esta prohibiera que volvieran a llamarla Chucha, pero como la gente ya estaba acostumbrada al apodo, idearon quitarle la hache y en lo sucesivo la llamarían doña Chuca.

La fiesta iba en paz, doña Chuca siguió fiel a don Chucho y se decía que calmaba los ardores con unas lavativas recomendadas por Cantalicia, quien también había vivido ese calvario, pero el vecino Aureliano, que era de mal carácter y peor vocabulario, aprovechaba los martes, que era su día libre, para arrecochinar a cualquiera que se dejara y someterla en la parte trasera de las viviendas que veía cerradas. Aprovechó que Chuca dormía la siesta y cada martes se regocijaba con una pobre mujer que andaba con la manta en el suelo. La viuda se despertó una tarde y al escuchar el jadeo abrió la puerta y lo arropó con amenazas y llamados a la moral, pero Aureliano la retó: Cállate la boca, vieja arrecha, lo que tienes es envidia porque ya no tienes marido, pero bien que te gustaba c…'.

Las lágrimas fueron el consuelo de la viuda, que, aconsejada por Cantalicia, averiguó quién era la mujer de Aureliano y habló con ella; la mujer, primero se puso furiosa y dijo que su marido era un hombre decente que pasaba el martes completito durmiendo porque como era su único día libre, etc., pero cuando Chuca le dijo que ella le había visto los calzoncillos cuando rochaba a la otra, que eran de color morado con franjas blancas, la ofendida le creyó y acordaron espiarlo el siguiente martes, cuando Aureliano fue sorprendido por su propia esposa, quien arremetió contra la otra y acabó de hacer el trabajo que pensaba completar su marido. Con una mano jamaqueaba a la muchacha y con la otra le quitaba la poca ropa que le quedaba. Cuando la desnudó por completo se embolilló con ella ante los gritos amenazantes de Aureliano, a quien pateó por donde ella sabía mientras doña Chuca lo remataba a punta de sartenazos. El revolcón era de primera magnitud y fue visto por las madres que regresaban de dejar a sus niños a la escuela, y otras que volvían con sus pequeños porque aún no habían nombrado a la maestra o porque la escuela estaba en reparación. El llanto de puro susto brotó entre los niños, sobre todo porque algunas mamás se unieron a la refriega temerosas de que la mujer de Aureliano matara a la rival y en la confusión todas tiraban puñete a lo loco; formaron una gritería que asustó a los perros, que se unieron con su lamento. Aureliano fue encarcelado por liso y su mujer no pudo evitar que la otra la acusara de intento de homicidio.

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Drama: Váyase tranquilo, papito, que usted se lleva la llave de esta cuca.

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Dura: Tu marido se golosea a otra en el patio de mi casa.

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