Un Carnaval aburrido

En la cafetería, Memo manifestaba a gritos su emoción: ‘Por fin, otra vez llega Momo con su carga de guaro, música, mujeres en cuero luc...
  • domingo 02 de marzo de 2014 - 12:00 AM

En la cafetería, Memo manifestaba a gritos su emoción: ‘Por fin, otra vez llega Momo con su carga de guaro, música, mujeres en cuero luciendo sus encantos, y yo, sin parar, saltando en los culecos, bien lejos del trabajo’.

Sonreía mientras rememoraba los Carnavales pasados, en los que se divirtió hasta más no poder. ‘Todo en orden, decía, ya mi maletín está listo, la ropa, los cinco calzoncillos, uno por día, los mejorcitos, porque voy para casa ajena, la plata separada’. Yo me voy desde hoy y regreso el miércoles a medianoche, repetía cuando se acercó la secre con un documento que levantó comentarios, pero que a él le disparó el ánimo.

La lamentadera, sobre todo entre los más jóvenes de la empresa, se oía por doquier: ¡¡¡Qué, que qué!!!, cómo que hay que trabajar el lunes y el miércoles. ‘Eso no puede ser, es un abuso, un atropello, voy a llamar enseguida a los suntruosos para que arreglen esta vaina’, vociferaba Memo.

Dejó su comida en el microondas y subió, según él, a hablar de tú a tú con el jefe o con quién tuviera que conversar para revocar esa orden. Entró sin tocar al despacho del gerente, que en ese momento estaba reunido con la jefa de Recursos Humanos, y le preguntó por qué había que trabajar esos días.

Ambos lo miraron como a bicho raro antes de mostrarle la puerta, por lo que salió aún más emberracado. Llegó al área de la cafetería dispuesto a armar una protesta, pero allí nadie pensaba arriesgar su puesto por unos Carnavales.

Acá también hay Carnaval. El martes puedes ir todo el día, le decían algunas, para calmarlo. ‘El Carnaval de acá no sirve, es lo más aburrido’, respondía él. Ya casi todos, menos él, terminaban de comer cuando se le ocurrió sugerir en voz alta que formaran un comité para presionar al gerente.

Pero nadie le paró bola, por lo que empezó a gritarles que eran unos flojos que se dejaban meter el dedo, que no se atrevían a defender sus derechos. Llevaba rato gritando consignas ofensivas contra sus compañeros cuando del grupo salió Moralito, de quien se dudaba si era o no era.

¿Cuál es la mariconada?, le preguntó Moralito a Memo, quien, creyendo, por lo que decían, que el otro sería un bisté de dos vueltas, le dijo: ‘Una partida de ñaños es lo que hay aquí, nadie protesta, nadie se rebela, todos aceptan, patos de a medio centavo’. Moralito no esperó que le repitiera el insulto y le mandó el primero de una andanada de puñete. Tuvieron, el seguridad y otros, que quitárselo para evitar una tragedia en Carnaval.

Pese a estar golpeado, siguió insistiendo en que fueran a meterle presión al superior. Si vamos todos y nos plantamos en su oficina, ese cabrón tiene que cambiar esa decisión, todo porque él es un aburrido que no sabe lo que es fiesta, gritaba cuando llegó la de Recursos Humanos, expresamente a entregarle la carta de despido.

‘Favor que me hace, ahora sí me voy a gozar de cabo a rabo las fiestas de Momo, allá el jefe, que ni a los culecos puede ir porque el agua le agrava la artritis’, gritó una vez más, de manera que, por orden superior, lo sacaron a viva fuerza los seguridad.