- miércoles 16 de septiembre de 2015 - 12:00 AM
Malo es ir por la vida creyendo que alguien es absolutamente pendejo. Más malo es cometer la misma tontería dos veces, tal como hizo Salvador, quien ya le había metido un gol a su mujer Severina, ‘error' que esta perdonó por amor, pero como la herida de una infidelidad es muy profunda, ella andaba siempre ojo al cristo.
Llevaba días notándolo raro, y lo sentó varias veces para que le dijera la verdad, pero Salvador siempre se salvaba hábilmente del duro interrogatorio. Mientras era este el panorama en el hogar, en el trabajo Salvador andaba con una lupa buscando a una que quisiera dárselo unas dos veces por semana, y la quería pocotona, tal como Inocencia, la dulce interiorana recién llegada de El Chirriscazo, lo que era notorio en su habla y en sus maneras.
‘Esa cholita me la voy a comer antes de que termine el año, tiene una cara de mogoncia, pero está bien buena, le voy a bajar los catres para que se desagüeve', pregonaba Salvador con su vocabulario impertinente y machista.
Aunque no estaba en los planes de Salvador enredarse sentimentalmente con la campesina, esta resultó activa y buena en la intimidad, por lo que lo que él vaticinó como un breve romance de resultó un casi noviazgo. No encontraba Salvador la manera de dejarla, al contrario, su corazón y su cuerpo le pedían verla a menudo.
‘¿Cuándo es que vas a cortar a la cholita?', le preguntaban los compañeros, y recibían por respuesta: ‘Eso es problema mío, y no le digas cholita, que todos llevamos una venita india, estás envidioso o qué…'.
Mientras el amorío avanzaba, Inocencia iba cogiendo bríos animada por los consejos de las compañeras de trabajo, quienes le insistían en que no se lo diera gratis a Salvador.
‘Ese cabrón gana bien y no es justo que no te dé ni para el jabón, sáquele, niña, sáquele, que el gusto le cueste', le decían y no tardó la afectada en empezar con la pedidera de plata o no hay ‘conejita'. Salvador se defendía argumentando que no tenía ni medio centavo para darle, y la criticaba por mandar mucha plata para el interior.
‘Esa es mi plata y yo mando en ella', le chilló la Inocencia, y no volvió a abrir las piernas hasta que Salvador le prometió darle un dinerito para que se comprara ropa.
La promesa se cumpliría con el pago del décimo, pero este pasó por su cartera como un cometa y se deshizo en las manos de Severina, que no le dejó pero ni las migas para Inocencia.
‘Tienes plazo hasta esta quincena, si no me compras ropa nueva, te dejo, óyelo bien, no es que te voy a dar una prórroga, sencillamente me voy de tu vida y me busco otro, son muchos los que están en espera de que tú me dejes en paz'.
La advertencia le tumbó el ánimo al hombre y prometió que al día siguiente irían a desocupar los almacenes. Inocencia cambió de humor y apenas llegaron al centro comercial se prendió del brazo del hombre ajeno, que también se veía confiado, tranquilo.
‘Qué raro que ese almacén esté cerrado', decía la ‘Ino' y lo repetía conforme avanzaban entre los transeúntes que con cara de desconsuelo miraban las puertas cerradas. Repentinamente, ella se detuvo y lo zarandeó: ‘Tú sabías que hoy los almacenes estaban cerrados, por eso me trajiste de compras, verdad', desgraciado.
Salvador trató de defenderse, pero su cara lo delataba. ‘Esto fue premeditado y así será mi venganza', le dijo ella y se fue.
Él perdió un tiempo precioso en ir a buscarla a su casa, porque Inocencia, con sangre en los ojos, llegó a la vivienda de Salvador y con pruebas en la mano puso a Severina al corriente de todo, de manera que cuando el infiel llegó a su hogar no pudo negarse.
El sustón le bajó brutalmente el azúcar, por lo que el hospital fue su casa largo tiempo…
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Dudosa: La herida de la infidelidad es muy profunda.
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Interrogatorio: ¿Andas con otra? No, no y no…