Curiosidades
Luis era angradado. Se creía la mejor vaina de su pueblo, y las chicas con las que salía se lo hacían creer.
Luis era angradado. Se creía la mejor vaina de su pueblo, y las chicas con las que salía se lo hacían creer.
Es que con plata cualquiera se cree la última soda del desierto.
El no era agraciado, pero sabía soltar el billete. La plata le costaba, era muy trabajador, pero él sabía que sin eso no podía aspirar a estar con las mejores chicas de su área.
Cuando le tocó enseriar se quedó con la que menos gastaba, así, como todo hombre astuto, pensó que sería mejor el mantener a las queridas. Y lo hizo.
Pasó más de cinco veces por la parrilla a Gialianna, y ella lo perdonada todas las veces, por un problema de apego y miedo al abandono.
Todo eso, más sus traumas de niño lo llevaron a ser una persona envidiosa y bocona.
Siempre presumía de su dinero (que no era mucha cosa, para decir verdad) y de sus supuestos bienes: Carros, terrenos y plata.
A sus vecinos siempre le echaba cuentos de que compraba y compraba cosas, algo que a muchos le servía para aspirar a ser como él.
El cuentito se le cayó cuando a la barriada llegó Eriberto. Un chico al que su abuela le había dejado una herencia en vida, y cada cierto tiempo le chorreaba más dinerito.
Apenas llegó fue subiendo la casa. La mitad delantera de la residencia la puso con dos pisos y escaleras. Y la otra mitad le subió el techo para que no diera tanto calor, cuando no ponía el aire acondicionado. Ajá, porque hasta eso instaló a poco tiempo de mudarse.
Cerca y verjas de hierro, además de cambiar su auto en dos ocasiones fue lo suficiente para que todos se preguntaran qué era lo que hacía.
Un día, en una fiesta de vecinos, Eriberto se atrevió a comentar las razones de su bonanza.
Con esa información, Luis sacó cálculos y supo que había mucho más dinero del que gastar.
Por eso sapeó a Eriberto con la bandita de su antiguo barrio y tiró al agua al ‘nuevo rico'.
A la casa de Eriberto se le metieron mientras dormía y amordazaron a su esposa para llevarse un minibotín de $20 mil.
Lo que no sabían es que Eriberto no era un árbol sin sombra. Él era el mejor amigo de Yamal, un pela'o caliente, con quien creció en su infancia. Yamal controlaba toda la provincia y lo que pasaba se enteraba de una vez.
Los maleantitos que se le metieron a la casa fueron presionados para contar de dónde y por qué robaron, pues a más nadie en la barriada, con garita de seguridad, le había pasado algo similar.
Ellos, por para proteger a su familia, cantaron toda la información.
En venganza, Yamal mandó a sus manzanillos a caerle a la casa de Luis, en Semana Santa, cuando se fue para el interior.
Un camión de mudanza llegó y así pelaron todo. Refigeradora y lo que contenía, estufa, microondas y colchones; todo se lo llevaron.
El chisme corrió como pólvora, todos sabían que era un ajuste de cuentas.
La situación se puso dura para Luis, quien no volvió a levantar cabeza, al menos en su urbanización.
Las deudas los embargaron y perdió la casa.
Y su mujer, aguantó de todo, menos la pobreza, así que lo dejó.
Ahí fue cuando todos se dieron cuenta de que todo lo que le pasó se lo merecía, por envidioso y bocón.