Un asesino entre las flores

Hombres de mediana edad, la mayoría inmigrantes, parecían desvanecerse sin dejar rastro.
  • domingo 02 de febrero de 2025 - 12:00 AM

En Toronto, una metrópolis como cualquier otra, un depredador actuó en las sombras, acechando a hombres vulnerables y confiados. Bruce McArthur, un jardinero afable y aparentemente inofensivo, escondía un instinto asesino que solo se reveló cuando era demasiado tarde, al menos ocho víctimas.

Aquí entra en la escena Bruce McArthur, que se ganaba la vida cuidando jardines. Su clientela, en su mayoría familias de clase media y alta, confiaba en él para embellecer sus patios sin imaginar que bajo la tierra que removía, y en las macetas que colocaba, ocultaba los restos de sus víctimas. Nadie sospechaba del amable jardinero que solía posar con gorros graciosos en sus fotos de redes sociales.

Sin embargo, en la comunidad, las desapariciones se acumulaban. Hombres de mediana edad, la mayoría inmigrantes, parecían desvanecerse sin dejar rastro. Algunos tenían amigos y familiares que alertaban sobre su ausencia; otros, menos afortunados, pasaban desapercibidos. La policía, sin evidencias concretas, no lograba encontrar un patrón o un responsable. Y mientras tanto, McArthur seguía con su vida.

McArthur cazaba en aplicaciones de citas, donde se presentaba como un hombre mayor, experimentado y dispuesto a cumplir fantasías. Sabía a quién atraer: hombres que, por su situación migratoria o por vivir una doble vida, eran menos propensos a ser buscados por la policía. Les ofrecía encuentros privados y, una vez en su apartamento, los sometía.

Las imágenes que la policía encontró tras su captura revelaron el nivel de frialdad con el que actuaba. Fotografías de sus víctimas, algunas después de haber sido asesinadas, mostraban que McArthur mantenía recuerdos macabros de sus crímenes. Su preferencia por estrangular con correas y su meticuloso método para deshacerse de los cuerpos lo mantuvieron fuera del radar durante años.

Investigación tardía

No fue hasta 2017 que la policía de Toronto comenzó a conectar los puntos. La investigación de varias desapariciones apuntó finalmente hacia McArthur, pero sin pruebas suficientes, los detectives esperaron el momento adecuado para atraparlo en flagrancia. Esa oportunidad llegó en enero de 2018, cuando irrumpieron en su departamento justo cuando tenía a una nueva víctima atada a su cama. El hombre, afortunadamente, sobrevivió.

Al registrar su casa, encontraron pruebas abrumadoras. Fotografías, objetos de las víctimas y, lo más impactante, restos humanos ocultos en macetas y jardineras de propiedades donde trabajaba. Toronto despertó con la escalofriante noticia de que el jardinero de confianza era un asesino serial.

En el juicio Bruce se declaró culpable de ocho asesinatos en 2019. Su frialdad en la corte contrastaba con el dolor de los familiares de sus víctimas. No hubo una explicación clara, ni remordimiento aparente. Su condena: cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional hasta al menos 2042.

El caso dejó muchas preguntas en el aire. ¿Pudo haberse evitado si la policía hubiera actuado antes? ¿Hubo prejuicios en la investigación debido a que las víctimas pertenecían a la comunidad LGBTQ+ y muchas eran inmigrantes? Lo que sí es seguro es que Bruce McArthur pasó de ser un jardinero querido a convertirse en uno de los asesinos en serie más notorios de Canadá, enterrando cuerpos donde antes sembraba flores.

Secuelas de un horror

El impacto del caso de Bruce fue más allá de la sala del tribunal. La comunidad que ya había sentido el abandono institucional en el pasado, alzó su voz para exigir cambios en la forma en que se manejan las desapariciones. Organizaciones de derechos humanos denunciaron la falta de urgencia con la que se abordaron los casos iniciales, argumentando que si las víctimas hubieran sido hombres heterosexuales blancos, la respuesta policial habría sido rápida y contundente.

Además, el caso provocó una profunda revisión en los protocolos de la policía. Se implementaron cambios en la forma de investigar desapariciones y se establecieron mejores canales de comunicación con comunidades marginadas. Sin embargo, para las familias de las víctimas, ninguna reforma puede devolverles a sus seres queridos ni aliviar el dolor de saber que sus muertes pudieron haberse evitado.

Depredador anciano

Actualmente, McArthur cumple su condena en una prisión de máxima seguridad. A sus más de 70 años, es poco probable que vuelva a ver la libertad. Sin embargo, sigue siendo un recordatorio escalofriante de lo que puede esconderse detrás de una fachada aparentemente inofensiva.

Su caso sigue siendo objeto de análisis por criminólogos y periodistas, que intentan comprender cómo un hombre sin antecedentes violentos pudo llevar una doble vida de manera tan efectiva durante tanto tiempo. La historia es una prueba de que los monstruos no siempre tienen la apariencia que esperamos, y que a veces, el peligro se esconde en los lugares más insospechados, incluso en un tranquilo jardín.

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