Sindicalista visto, sindicalista procesado
- 26/05/2025 13:00
La frase emblemática de Balbina Herrera, “civilista visto, civilista muerto”, demostró el poder de la Cruzada Civilista como amenaza a la dictadura militar de Manuel Antonio Noriega. Uno de los dirigentes de este movimiento fue José Raúl Mulino, nuestro actual presidente, lo que hace sumamente irónico que su gobierno esté adoptando una política de persecución a los trabajadores, que podemos bautizar con el mantra de “sindicalista visto, sindicalista procesado”.
El liderazgo del Ministerio Público en esta cacería de brujas que ha emprendido el Ejecutivo se da con el flamante Procurador Luis Carlos Gómez, quien en 2016 defendía como abogado privado a Mulino por el escándalo de corrupción Finmeccanica, que le costó al estado panameño más de 125 millones de dólares.
Los ataques contra los trabajadores organizados no son algo nuevo: las desapariciones y asesinatos de dirigentes durante la dictadura de Omar Torrijos, el homicidio de Rufino Frías en la década del 90 por el gobierno de Pérez Balladares, los asesinatos de los obreros Al Iromi Smith, Luigi Argüelles y Osvaldo Lorenzo, todos a manos de la policía nacional, al igual que los muertos y heridos por perdigones en 2010 durante el mandato de Mulino como Ministro de Seguridad. Estas han sido las consecuencias más trágicas de gobiernos incapaces de lidiar con el disenso de los trabajadores organizados.
Mulino continúa esta tradición con el enjuiciamiento de la dirigencia de SUNTRACS. Es claro el uso del sistema de justicia para amedrentar a los trabajadores que se oponen a la ley 462, al memorándum de entendimiento con los Estados Unidos y a la reapertura de la mina de Cobre Panamá. La crisis económica (el desempleo fue de 9.5% en 2024) se profundiza con la crisis política provocada por la intransigencia del gobierno de Mulino y su incapacidad de convocar un diálogo efectivo para abordar sus decisiones impopulares.
En la coyuntura actual, el combustible de la crisis es la prepotencia de nuestro mandatario. Por ello, parafraseando su propio discurso, debemos tener como objetivo reducir la altanería de Mulino a su mínima expresión, y ubicarlo en el lugar que le corresponde: el de un funcionario más que debe rendirnos cuentas.
Economista