Innovar sin perder el sentido humano
- 05/11/2025 00:00
Hacia el 2026, la educación se encuentra frente a una encrucijada decisiva. Los cambios tecnológicos, las transformaciones sociales y las nuevas demandas del mundo laboral exigen un sistema educativo ágil, inclusivo y profundamente humano. No basta con incorporar pantallas o plataformas digitales, ya que el verdadero desafío está en garantizar que cada estudiante, sin importar su origen, tenga las mismas oportunidades de aprender, crecer y construir un futuro digno.
La transformación digital representa uno de los grandes avances y, a la vez, una amenaza latente. La inteligencia artificial, la realidad aumentada y la analítica de datos ofrecen un potencial inmenso para personalizar el aprendizaje, pero también amplían la brecha entre quienes tienen acceso y quienes no. En América Latina, donde aún persisten desigualdades estructurales, la prioridad debe ser garantizar conectividad, dispositivos y formación tecnológica para todos los docentes y estudiantes.
A esto se suma un tema que muchas veces se evita: la sostenibilidad financiera de la educación. Después de la pandemia, los presupuestos públicos enfrentan presiones y recortes que ponen en riesgo la calidad educativa. Invertir en educación no puede verse como un gasto, sino como la inversión más estratégica.
Otro reto urgente es la formación docente y el bienestar emocional. De cara al 2026, el llamado es claro, de construir una escuela más conectada, sensible y adaptativa.
Periodista