Violencia institucional vs resistencia ciudadana
- 20/05/2025 00:00
La crisis que ha provocado los últimos “Acuerdos” con EUA y las recientes reformas a la CSS, está fuera de control. Si bien la represión policíaca está legitimada, también es legítimo el derecho ciudadano a rechazar estas decisiones si afectan sus intereses. Entonces, ¿cuál habría rebasado los límites de la institucionalidad democrática?
El Presidente es la máxima autoridad de policía, encargada de mantener el orden público, la excepcionalmente debe ejercerse. Esta potestad no puede coartar el derecho a la protesta, pues es antidemocrático pensar que sus decisiones “se aceptan o se aceptan”.
Un Presidente democráticamente electo “gobierna” conciliando intereses sociales antagónicos. Si no se escucha a los manifestantes, se sobreentiende que se está atendiendo a los poderosos. En el tema “canalero”, se atendió a los intereses de seguridad extranjeros, y no al interés nacional, y con “la CSS”, se pensó más en su sanidad financiera, que en los beneficios de los asegurados.
Tal vez estas polémicas medidas, sólo se hubieran aceptado, si el Presidente gozara de un incuestionable “liderazgo” político, como para pedirle semejantes sacrificios al pueblo, pero lamentablemente esa característica no forma parte del perfil de nuestro Presidente.
Po el contrario, no hemos escuchado un solo argumento que intente convencernos de los beneficios de comprometer la soberanía nacional, o de condenar a la miseria a generaciones presente y futuras. Los ciudadanos no están obligados a acatar las acciones del gobernante, sólo porque se repita que se ajustaron a los procedimientos establecidos. En caso de controversia, a la voluntad del Soberano queda sometida la voluntad del gobernante y del orden jurídico.
Y sin importar las simpatías hacia uno u otra postura, el país hoy está “trabado” en una peligrosa colisión entre potestades presidenciales con derechos fundamentales ciudadanos. Mientras el Presidente insista que “no dará marcha atrás”, eso por supuesto radicalizará más el clamor ciudadano.