Urgencia de una ciudadanía viva
- 09/11/2025 00:00
Hace casi tres décadas, el politólogo panameño Rubén Darío Patiño Rodríguez advirtió en su obra Política y Sociedad en la América Latina Finisecular (1998) que nuestra democracia era frágil, desigual y excluyente. Hoy, esa reflexión sigue teniendo una fuerza sorprendente, los mismos males que él describió: corrupción, clientelismo y desconfianza, continúan erosionando las bases de nuestras instituciones.
Patiño escribió que “la democracia latinoamericana de fines del siglo XX se caracteriza por su débil capacidad de inclusión social”. Y tenía razón, hemos avanzado en libertades, pero no en equidad. Las brechas entre ricos y pobres se ensanchan, los jóvenes pierden fe en la política, y hay fuerzas con poder económico que siguen imponiendo su ritmo al destino de los pueblos.
El neoliberalismo, decía el autor, transformó nuestras economías, pero dejó heridas abiertas, basta mirar la realidad de muchos países latinoamericanos: crecimiento sin desarrollo, empleos precarios, y una sensación de que el progreso solo llega para algunos, esa desigualdad no es una herencia del pasado; es el rostro presente de una región que aún no logra equilibrar desarrollo con dignidad.
El autor Patiño también ofreció una salida, la ciudadanía activa, una democracia no se sostiene con votos cada cinco años, sino con participación, vigilancia y conciencia activa todos los días; en el presente, esa visión implica educar para la convivencia, recuperar la confianza y volver a creer en la organización para el bien común. Hacia el futuro, significa apostar por nuevas generaciones que asuman la política como servicio, la equidad como meta y la esperanza como proyecto compartido, donde el tema ambiental es fundamental; defender la verdad en la era digital y asegurar que el progreso no destruya el futuro que debemos compartir este compromiso pertenece a todos.
A 27 años de aquella publicación, es importante volver a su lectura, porque las democracias latinoamericanas necesitan líderes comprometidos y ciudadanos dispuestos a defender lo que creen justo.
Y como recordaba Patiño: “el reto del nuevo siglo es construir una ciudadanía capaz de trascender las limitaciones impuestas por la herencia autoritaria y las reformas excluyentes”.
Con una ciudadanía viva, podremos alcanzar una democracia robusta e incluyente con justicia social.