Sin soberanía no somos país

  • 27/05/2025 00:00

Las luchas nacionalistas libradas por los panameños siempre recibieron ”del poder”, un signo ideológico descalificativo. Hoy sobren las opiniones silentes que dicen que nuestro por ser soberanos, es “pura retórica patriotera”. Semanas atrás, funcionarios de EUA se reunieron con el gobierno y nos impusieron unos “acuerdos”, que “por asuntos de seguridad nacional”, nos imponían a aceptar sin condiciones, la presencia militar de EU, sin importar que con esa imposición se desgarraba algo esencial dentro del alma nacional.

Ayer, en respuesta al auge de las guerrillas ideológicas en el hemisferio, EUA sembró férreas dictaduras militares. Superado el peligro, disfrutamos de años de “tranquilidad”, pues EUA se convirtió en el amo absoluto del mundo. De repente, chinos y rusos despertaron y se convirtieron en una amenaza militar y económica para el control hegemónico global.

Para reafirmar nuestra soberanía y mantener seguro el tránsito canalero, debemos mantenernos distantes de semejantes tensiones. Pero, a quién se le ocurrió esos acuerdos beneficiaban la neutralidad reconocida, al tomar partido en favor de un bando beligerante?.

Un pueblo soberano, mira sus problemas con ojos propios, y reaccionará mirando el interés de su país. Pero si ese pueblo pierde su soberanía, pierde el derecho a tomar decisiones propias, y otro será quien le marcará el rumbo.

Panamá superó con dolor el trauma de los tratados de 1903. Fue con los tratados de 1977 que retomamos la soberanía total, y de un plumazo regresamos a aquellos ignominiosos tiempos de vasallaje. A pesar de nuestros esfuerzos diplomáticos por cultivar buenas relaciones globales, o la presencia militar extranjera hoy nos pone en el frente de batalla que libran las potencias.

No es suficiente tener gobierno, bandera, un escaño en la ONU, y la afiliación en la FIFA, para existir como nación independiente. Aunque la politiquería nos llevó a este punto de debilidad, no liberamos de responsabilidad a nuestros gobernantes ante la incapacidad oficial para oponer resistencia ante el despojo imperial realizado.

Crecí tomando decisiones erradas, pero eran mías y las corregía. En edad otoñal, me resisto a aceptar imposiciones ajenas, no por terquedad, sino por el placer interior de sentir que lucharé por ejercer el control sobre mi vida.