Llena de esperanzas esta Navidad

En pocas horas estaremos celebrando las navidades, sea que lo hagas con un cargado sentido religioso, o “tirando la casa por la ventana”. En ambos casos está la renovación de nuestra esperanza por los buenos tiempos que vendrán.

Digamos entonces que para la ocasión deberemos esforzarnos porque la esperanza, al decir del sonero, se respire en “la casa pobre y en la casa grande”. La esperanza por los tiempos de cambio, no los trae el decorado con el arbolito, el nacimiento, o las luces de colores con las que acostumbramos adornar nuestras casas, sino el compromiso íntimo de cambiar.

En las navidades de mis años mozos, esa intención renovadora flotaba en el ambiente del barrio de San Miguel. Movidos por esa fuerza no se necesitaba lucir ropa de marca ni libar licor para sentirte alegre. ¿Cómo no sentirnos felices por todo lo bueno que sentíamos que venía llegar?

Sin embargo, la esperanza que invita a luchar, a vivir y a superar adversidades, es la merecida. Tengo en la mente a aquella madre que contra viento y marea, vio graduarse a su hijo; al buhonero que con sus largas caminatas, o la mesera que ya no repara en los clientes exigentes, porque ambos están sacando adelante a sus familias.

Por supuesto que no hablamos del reo culpable, que espera una sentencia benigna, o a quien espera acostado en su casa, que le lleven un contrato de trabajo. La esperanza se hace efectiva, sólo cuando la alimenta el deseo personal de cambiar las cosas.

Deseamos con toda el alma que la corrupción desaparezca, pero seguimos apoyando a funcionarios que nos dieron sobradas muestras de su deshonestidad. En tu cena de Nochebuena, pensando en la humanidad, en tus hijos y en el país, hazte el propósito de cambiar.

Si por el contrario eres de los que creen que por tener un jamón o un pavo asado sobre tu mesa, “la cosa no está tan mal”, pasarás el año 2026 criticando pasivamente gobiernos y diputados, negando a aceptar que tu indiferencia es la causa de lo malo que ocurre en el país. ¡Feliz Navidad!