La invasión: memoria y responsabilidad histórica
- 21/12/2025 00:00
A 36 años de la invasión de Panamá por el ejército norteamericano, el país vuelve la mirada a una de las fechas más dolorosas de su historia reciente y se pregunta, ¿qué se ha hecho con la democracia que emergió después del 20 de diciembre de 1989?
La invasión marcó el fin de un régimen político, sin garantizar la construcción de una democracia sólida, justa y plenamente confiable. Desde entonces, Panamá ha vivido alternancias de gobierno, avances institucionales importantes, pero al mismo tiempo, profundas deudas sociales y políticas.
Debido a la falta de soluciones a las necesidades diarias de la población, ha habido una creciente desconfianza hacia la democracia; algunos sectores de la sociedad sienten que la política se alejó de sus preocupaciones reales, que la verdad se administra según conveniencias y que el ruido mediático ha sustituido al debate serio y al análisis político. Esta percepción debe ser tomada en cuenta, porque cuando la confianza ciudadana se debilita, también se debilita la democracia.
La historia latinoamericana ofrece lecciones que no deben ignorarse; los quiebres institucionales no comienzan de forma abrupta, sino cuando los sistemas políticos dejan de corregirse a tiempo; cuando se profundiza la distancia entre las élites y la ciudadanía y entonces se opta por sacrificar figuras sin transformar las estructuras que reproducen desigualdad, exclusión y frustración social.
Estas experiencias debemos analizarlas con responsabilidad histórica. Las democracias deben tener la capacidad de escuchar, rectificar y renovar el pacto social que las sostiene.
El PRD, partido de raíces multiclasistas, comprometido históricamente con las luchas sociales y la soberanía nacional, no puede ser indiferente ante este clima de desconfianza. Defender la democracia implica atreverse a transformar, recuperar la verdad como valor político y devolverle sentido a la representación.
A 36 años de la invasión, la mayor amenaza para Panamá no es el pasado, sino la indiferencia frente a la desconfianza creciente, el silencio ante las distorsiones del sistema y la renuncia a corregir lo que no está funcionando.
La estabilidad democrática se construye con coherencia, transparencia y responsabilidad social. Se necesita política con verdad, instituciones creíbles y liderazgo comprometido con el futuro, trabajando por una cohesión social.