Fatiga de los consensos y volatilidad política

  • 28/06/2025 12:55

Latinoamérica vive una etapa de profunda incertidumbre política. Según Daniel Zovatto, director regional para América Latina y el Caribe de IDEA Internacional, las democracias de la región parecen atrapadas en un ciclo de polarización, desinformación y crisis de gobernabilidad, donde los presidentes se desgastan rápidamente, los expresidentes no se retiran del todo del escenario político y las sociedades asisten, con creciente escepticismo, al deterioro institucional. Para Zovatto, el continente vive lo que muchos definen como una “fatiga democrática”, agravada por la tensión constante entre las urnas, el poder real y las expectativas incumplidas.

Uno de los síntomas más visibles de este fenómeno es la figura del expresidente que sigue ejerciendo influencia, incluso sin cargo formal, desde las sombras o desde el exilio. Según Zovatto, este tipo de situaciones desdibuja los límites entre legalidad e injerencia, y agrava la ya intensa polarización en el país. No se trata únicamente de un exmandatario con presencia simbólica: sigue tomando decisiones estratégicas que afectan directamente al curso del gobierno actual.

La desinformación alimenta esta polarización. Las redes sociales y medios digitales actúan como amplificadores de campañas de desprestigio, rumores y narrativas polarizadas. En buena parte de la región, la ciudadanía se informa a través de fuentes fragmentadas y a menudo poco confiables, lo que debilita aún más los consensos y dificulta el diálogo político. Esta dinámica ya no es una amenaza futura, sino una constante en los procesos democráticos del presente.

En América Latina, los procesos judiciales contra líderes opositores, expresidentes o funcionarios son tan frecuentes que a menudo se perciben como parte del juego político. Cuando están fundados en evidencias sólidas, son indispensables para la rendición de cuentas. Pero cuando obedecen a intereses coyunturales, erosionan el Estado de derecho y contaminan la democracia.

Uno de los nudos más difíciles de desatar en las democracias latinoamericanas es la relación entre el expresidente y su sucesor. En teoría, esta transición debiera ser ordenada y respetuosa de las diferencias. En la práctica, suele ser el origen de tensiones profundas. Hay una fórmula que se repite: cuando el expresidente mantiene cuotas de poder, influencia mediática y control partidario, la convivencia se vuelve insostenible. La historia reciente ofrece múltiples ejemplos.

En Ecuador, el distanciamiento entre Lenín Moreno y Rafael Correa derivó en una ruptura total. En Colombia, la tensión entre Juan Manuel Santos y su mentor Álvaro Uribe fue creciendo hasta convertirse en un conflicto abierto. En Argentina, la convivencia entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner estuvo marcada por altibajos, hasta colapsar en los últimos meses del mandato. La lección es clara, según Zovatto: el poder compartido entre generaciones políticas rara vez es armónico, sobre todo cuando no está mediado por un proyecto común sólido.

La región se encuentra atrapada entre el ruido político, la falta de consensos y el peso de liderazgos no resueltos. Las democracias formales se mantienen, pero el contenido de su práctica se diluye. Presidentes sin margen de acción, expresidentes omnipresentes y electorados frustrados configuran una tormenta perfecta que erosiona las bases republicanas.

El gran reto es romper el ciclo. Para ello, según Zovatto, se requieren liderazgos capaces de pensar más allá del cortoplacismo, instituciones que garanticen su autonomía frente al poder de turno y una ciudadanía informada que demande rendición de cuentas. De lo contrario, la región seguirá repitiendo el mismo guion con diferentes nombres.