El Renacer y La Joya...

  • 30/05/2025 00:00

Resulta complejo definir cada una de las posiciones antagónicas que mantienen enfrentados a los panameños. Desde la pandemia quedó en evidencia las falencias de un sistema que promueve desigualdades, no solo en lo económico sino también en lo social. En su momento, el expresidente Ricardo Martinelli se encargó de desenmascarar la careta que se escondía detrás de los verdaderos artífices de este modelo, con el afán de defender su desfachatez y cinismo a la hora mostrar la verdadera cara del país.

Mientras Martinelli hablaba durante su gobierno del Dubai de las Américas, a pocos kilómetros de la ciudad moderna que se erigía, emergían bolsones de pobreza que contrastaban con el crecimiento de doble dígito que presumía el país durante aquel quinquenio. A lo largo de la ruta de la Línea del Metro existía precaristas, letrinas, falta de acceso a agua potable, entre otros flagelos que contradecían el nivel de prioridades nacionales, en medio de tamaña inversión de infraestructura.

Panamá siempre ha priorizado la edificación sobre la inversión social, es por ello, que a pesar de que el crecimiento del Producto Interno Bruto del país es elevado, el índice de desarrollo humano es tan bajo en comparación con la riqueza generada. De hecho, las mega obras contienen un mal de origen, debido a que las mismas cuentan con un impuesto a las pandillas como especie de vacuna para garantizar la libre ejecución de los proyectos.

Con tanta arandela guindando, no es de extrañar que, en medio de los buenos reportes macroeconómicos, subsista en paralelo un submundo donde agonizan cientos de miles de panameños, y que los mismos estén a poca distancia de las áreas donde emerge el desarrollo. Por mucho, la desigualdad se configura como el principal reto de Panamá, no obstante, la evidencia más palpable está en los dos sistemas de justicia, el que se aplica sobre ciudadanos de cuello blanco y el que se imparte a los hijos de la cocinera.