Demolición y geopolítica

  • 31/12/2026 00:00

La demolición del monumento de amistad chino/panameña en el mirador adjunto al Puente de las Américas ocurre en un territorio cargado de historia, vigilancia y disputa. Y ocurre en un momento preciso de una guerra comercial de dos potencias, cuyos barcos son los que más transitan por el Canal.

Panamá es un paso marítimo privilegiado. Esa condición —ventaja económica y condena política— lo ha colocado durante más de un siglo en el centro de tensiones que no controla, pero que lo atraviesan. Estados Unidos lo entendió temprano. China lo entiende ahora.

El monumento demolido no era infraestructura crítica ni instalación operativa. Era un símbolo cultural, con aval del Estado panameño, visible desde un punto neurálgico del tránsito interoceánico.

Debajo de ese mirador se encuentra Rodman, base naval permitida por el Memorándum de Entendimiento bilateral y que habilita la presencia de buques de guerra estadounidenses, así como presencia militar en territorio panameño. Aunque oficialmente se habla de instalaciones temporales, lo que se construye en el terreno tiene carácter permanente. Muelles, áreas logísticas y sistemas de seguridad no se levantan para lo efímero. En ese eje vertical —el símbolo arriba, la base abajo— convivían dos perspectivas de poder sin coexistencia posible.

The Washington Post había advertido en agosto de 2025 que esa presencia simbólica china formaba parte del relato de la disputa estratégica entre Washington y Beijing. No habló de órdenes, sino de presión.

La demolición se ejecutó de noche, en fechas festivas, y estuvo a cargo de autoridad municipal. Los policías municipales que custodiaban el operativo vestían de negro y cubrían sus rostros con pasamontañas y llegaron a enfrentar a manifestantes contrarios a la acción. En geopolítica, la forma es fondo. Actuar en la oscuridad, con personal encapuchado y sin deliberación pública ni diálogo con la comunidad afectada, multiplica las dudas de asunto espinoso.

El presidente Mulino calificó el hecho como una barbaridad y prometió reconstruir el monumento en el lugar. No se ha hablado, sin embargo, de reparación por los daños y perjuicios ni de responsabilidades administrativas.

No es seguro que el futuro sea la reposición exacta del símbolo demolido. Podría ampliarse a otras culturas, diluirse en una retórica más amplia o redefinirse bajo nuevas condiciones. En un territorio donde confluyen intereses globales, el desenlace no resulta lineal. Lleno de incertidumbres y sorpresas.