¿“Delincuente” es un piropo?

Contra las cuerdas
  • 19/12/2025 00:00

El reciente y atroz asesinato del capitán póstumo José Isaza Melo ha reabierto una herida que nunca termina de sanar: el tratamiento legal hacia los menores de edad que cometen crímenes de sangre. Las palabras del presidente José Raúl Mulino, cargadas de una comprensible indignación, ponen sobre la mesa un debate visceral. ¿Puede un adolescente que dispara ocho veces ser considerado simplemente un “niño” sujeto a medidas cautelares leves?

El sistema garantista enfrenta el juicio de la opinión pública. La frustración ciudadana, eco de las palabras del mandatario, cuestiona si las leyes protegen más al victimario que a la sociedad.

Castigar con rigor parece la respuesta inmediata ante la alevosía; sin embargo, el endurecimiento de las penas es solo una parte de una ecuación muy compleja.

No podemos ignorar que un menor que empuña un arma no surge del vacío. Es, en última instancia, el síntoma más cruel de una estructura social fallida. Antes de que ese adolescente llegara a una sala de justicia, hubo un entorno de adultos que le falló: familias desintegradas, comunidades capturadas por el crimen y un sistema de valores que se ha desmoronado.

Esos menores son el producto de una sociedad deteriorada por la guía errática de los adultos. Si no sanamos la raíz, seguiremos enterrando héroes y perdiendo generaciones.