A la orilla de las estatuas maduras
- 10/07/2025 00:00
Es oportuno recordar a Rogelio Sinán, hombrecillo silencioso, de tez muy oscura y ojos de faku, quien inaugura la literatura de vanguardia en Panamá con su libro Onda. Su universo emocional revela un complejo estado de excitación por seguir escribiendo obras en distintos géneros que lo llevarían a la cúspide de las letras nacionales. Uno de esos géneros es el cuento. Así, en 1982, la editorial EDUCA de Costa Rica publica su libro de relatos, donde aparecen catorce cuentos que revelan una mentalidad renovadora, con una propuesta que combina planteamientos filosóficos, existenciales y psicológicos.
De manera vertiginosa escribe A la orilla de las estatuas maduras, con una notable perspectiva tanto de fondo como de forma. La obra se desarrolla con naturalidad y sencillez, y su temática se sustenta en matices de la psique humana, los misterios oníricos y la simbología. A ello se suman recursos técnicos como el monólogo interior, los efectos visuales y auditivos —estos últimos logrados mediante el uso de palabras onomatopéyicas— y las visiones, otro recurso estilístico que se conjuga paralelamente para ofrecernos un estudio completo de la obra.
Sinán es un ejemplo para las figuras venideras, por su talento innovador, su generosidad y su vasto conocimiento. Por ello es reconocido en Panamá y América con cinco epítetos: El Brujo, El Mango, El Poeta, El Maestro y El Padre de la Literatura Panameña. ¿Designan estos nombres a cinco personas distintas o a una sola y verdadera? Aquella que, además, posee dos nombres: uno legal, Bernardo Domínguez Alba, y otro literario, Rogelio Sinán, que ha dejado de ser seudónimo porque ha desplazado resueltamente al primero.