A clases: ¿Y el desastre educativo?

  • 15/07/2025 00:00

Con el “armisticio” suscrito entre docentes y el MEDUCA, se puso fin a la “huelga” de decretada por los educadores, como presión a la “controvertida” Ley # 462 de la CSS. Con este acuerdo, la normalidad retorna a los centros escolares, pero el acuerdo no se insinúa “bilateralmente” el compromiso de abordar la crisis educativa. N consecuencia, nuestros estudiantes seguirá siendo educados con planes y programas de estudios, con fuertes erogaciones estatales, sin que las falencias académicas que revelan nuestros estudiantes, les convoque al cambio de rumbo.

Poco importa que las autoridades educativas y los docentes, prediquen su interés por los estudiantes, pues a la hora de la verdad, entre unos y otros se intercambian las culpas. Y como nadie cede, montan a la familia al escenario, y la declaran al unísono como la causante de las fallas que presentan sus hijos. Una fórmula muy panameña, en la que como nadie quiere perder, se le “echa el muerto” al más débil.

Son miles las resmas de cartulina que cada año el MEDUCA gasta confeccionando certificados y diplomas, que dan fe de conocimientos adquiridos, y que se entregan en pomposas ceremonias. Sin embargo, es un secreto a voces, que lo que esos documentos constatan, no se ajusta a la realidad. Al contrario, ocultan una cadena de engaños que incluyen al docente y al funcionario, que se creen que juntos “educaron” satisfactoriamente al estudiante que por sus manos pasó.

El estudiante de primaria, “aprobó” sin tener idea de quién es, qué espera del futuro y el lugar ocupa en la sociedad. El de secundaria, debería exhibir una sólida cultura general, útil en la medida que sienta la curiosidad para aplicarla en el planteo y la solución de problemas. El universitario, formado con riguroso criterio para comprender la realidad material, a partir de la formación científico-académica recibida.

Es injusto culpar a la familia, pues ella es parte del desastre educativo. Si padres y madres no fueron formados en la aulas para llegar a la vida adulta, preparados para levantar familias, formar hijos, y ser ciudadanos responsables, nuevamente el dedo acusador debe seguir apuntando hacia la educación. ¡Nadie quiere alborotar ese congo!