[Cuento] Un cielo mandarina

  • 02/11/2025 00:00

Un cuento que enseña que cada quien tiene su propio espacio para brillar y cumplir sus sueños, sin necesidad de imitar a otros

Polito era un pez que habitaba en el cinturón de fuego. Al caer la tarde, especialmente cuando el océano y el cielo aparentaban estar en llamas, él se asomaba —todo parece arder, pero nada se quema— decía.

Solo así salía del agua y caía en grandes chapuzones. Además, le gustaba parlotear con su amiga Kata, la gaviota. Ella siempre traía buenas noticias. Hay fiesta en el bosque, todos canturrean: “estas llamas no duelen”, dijo Kata. Conquistaré cielos “mandarina” para que nadie sufra, afirmaba Polito.

Él era muy terco, terquísimo. Sé precavido, no te acerques a criaturas extrañas, el océano es muy peligroso, le advertía Kata; él respondió: “Un día te regalaré un paracaídas mágico”. Y de una zambullida se perdió en el océano.

En silencio se fue arrimando a un grupo de medusas hasta quedar en el centro de aquella danza. Ellas no le prestaban mayor atención hasta que él intentó atrapar una, entonces sintió un dolorosísimo pinchazo. Algo horrible lo quemaba. Una degradación de colores luminosos iba y venía por su cuerpo. ¡Me muero! ¡me muero! Gritaba Polito dando alaridos.

Conforme el dolor se hacía más intenso, Polito crecía y crecía. Lo apodaron “cachalote luminiscente”. Sus padres desesperados lo llevaron de un doctor a otro. Todos concluían lo mismo: “daño irreversible”.

Kata lo visitaba todas las tardes. Al verla volar, él también quería volar, agitaba sus aletas que eran como remos gigantes y se abría paso del mar hacia el cielo impulsado por su colosal cola de pez.

¿Qué haces, Polito? A ti te dieron un océano inmenso para navegar tus sueños. Y a ti alas para conquistar el cielo, vuela más alto, más alto, Kata y dime, ¿buscamos otro cielo mandarina? ... Será divertido. Desde entonces, Kata y Polito son más que aliados formidables, amigos inseparables.