Sexo calladito... por los vecinos del cuarto de al lado
- 04/06/2025 00:00
En caserones o apartamentos muchos viven con poco espacio, en esos casos, tener momentos de ponchera puede convertirse en todo un arte. Sobre todo cuando las paredes son delgadas y cualquier cosa que uno diga –o haga– se escucha clarito en el cuarto del vecino.
No es que uno no quiera disfrutar, es que a veces el entorno obliga a bajarle el volumen a la pasión. Y entonces llegan las señales silenciosas: la mirada cómplice, la mano que roza disimuladamente, la respiración que se acelera sin hacer ruido. Todo eso que habla sin decir palabra.
Quizás por las películas de antes, nos han hecho creer que el buen sexo necesita escándalo. Que si no hay gritos ni golpes de cama, no se sintió. Pero no. Hay encuentros que, aunque silenciosos, dejan el alma vibrando. Hacer el amor calladito tiene su magia. Es como un secreto compartido que se cuida con cariño. Como cuando uno se mete debajo de la sábana para escaparse del mundo un ratito.
A veces hay que ser creativos. Una almohada que amortigüe el sonido, una música bajita que disimule los suspiros, o ese truquito de moverse lento, muy lento, para que la cama no suene. Porque no es lo mismo amar en el Valle que en un apartamento en San Miguelito o en un cuarto alquilado en la 24. Y aun así, las ganas están. Solo que hay que saber llevarlas con estilo.
También está el morbo del silencio. El saber que hay gente cerca, que no se puede hacer bulla, le pone un picante distinto a la cosa. Es como jugar al escondido con el placer. Y eso, para muchos, lo hace más emocionante. Porque se vuelve algo más íntimo, más mental. El deseo se mete en la piel y no necesita alboroto para sentirse.
Y no, no es que haya que vivir escondidos. Pero cada pareja sabe sus límites, sus tiempos, su espacio. Lo importante es que el deseo no se apague por el miedo a que escuchen. Que las ganas no se guarden en un cajón esperando el momento perfecto, porque ese momento a veces no llega solo... hay que inventarlo.
Así que, si vives con familia, tienes vecinos que todo lo oyen o simplemente quieres un encuentro más íntimo, no te preocupes. El amor también se puede disfrutar bajito, con intención, con ternura... y con mucha picardía.
Porque lo fogoso no siempre se grita. A veces se respira cerquita, se muerde en silencio, se guarda entre miradas. Y cuando eso pasa... créeme, ni la pared más fina puede contener la intensidad de dos cuerpos que se entienden sin necesidad de hacer ruido.