Los barriles del horror
- 16/08/2025 23:00
Los barriles del horror no solo contenían cuerpos, sino también historias de abuso, manipulación, odio y abandono.
Entre 1992 y 1999, en los suburbios de Adelaide se gestó una serie de asesinatos tan macabros que aún hoy sacuden la conciencia del país. El caso fue bautizado por la prensa como los asesinatos de Snowtown o los cuerpos en los barriles, y su líder, John Bunting, es considerado uno de los peores asesinos seriales en la historia.
John Bunting, desde joven, mostró una obsesión por las armas, la anatomía y una profunda aversión hacia los pedófilos y homosexuales, alimentada por una agresión sexual que sufrió a los ocho años. En los años 90, se mudó a Salisbury North, un suburbio de Adelaide, donde conoció a Robert Wagner y Mark Haydon. Juntos formarían el núcleo de una red de asesinatos que se extendió por casi una década.
Bunting no solo mataba por odio. También lo hacía por dinero. Tras asesinar a sus víctimas, el grupo robaba sus identidades, cobraba sus pensiones y manipulaba sus cuentas bancarias. Se estima que obtuvieron miles de dólares mediante este método.
James Vlassakis, el más joven del grupo, tenía 14 años cuando Bunting entró en su vida como pareja de su madre. Con el tiempo, Bunting se convirtió en una figura paterna para él, pero también lo manipuló psicológicamente. A los 19 años, Vlassakis participó en el asesinato de su propio medio hermano, Troy Youde.
El grupo seleccionaba a sus víctimas basándose en prejuicios personales. Bunting creía que muchos eran pedófilos, homosexuales o simplemente “débiles”. La mayoría eran conocidos, amigos o familiares de los asesinos. Algunos fueron torturados antes de morir: se les aplastaban los dedos con alicates, se les aplicaban descargas eléctricas y se les mutilaba.
El 20 de mayo de 1999, la policía descubrió ocho cuerpos dentro de barriles llenos de ácido en una bóveda abandonada de un banco, a 140 km al norte de Adelaide. El hallazgo fue tan impactante que la ciudad quedó marcada para siempre. Aunque solo uno de los asesinatos ocurrió en Snowtown, el nombre quedó ligado al caso.
Otros cuerpos fueron encontrados enterrados en el patio trasero de la casa de Bunting en Salisbury North. En total, se atribuyeron 12 asesinatos al grupo, aunque solo 11 fueron considerados homicidios en el juicio.
El proceso judicial fue uno de los más extensos y costosos en la historia de Australia. Bunting fue condenado por 11 asesinatos y sentenciado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Wagner recibió 10 condenas similares. Haydon fue condenado por ayudar a ocultar los cuerpos. Vlassakis, por su cooperación con la fiscalía, recibió una pena de 26 años.
En agosto de 2025, Vlassakis fue aprobado para libertad condicional, lo que generó una ola de indignación entre los familiares de las víctimas. “Es una bofetada para todos los que perdieron a alguien”, dijo Ronald Lane, sobrino de una de las víctimas.
Bunting era un manipulador nato. En su casa tenía una “pared de araña” con nombres conectados por hilos, donde marcaba a quienes consideraba pedófilos. A veces llamaba a esas personas para amenazarlas, incluso si no tenía pruebas. Su odio era visceral, pero también estratégico: usaba el miedo para controlar a sus cómplices.
Durante los asesinatos, Bunting insistía en poner música. En particular, el álbum Throwing Copper de Live. Era como si necesitara una banda sonora para sus crímenes.
En 2011, se estrenó la película Snowtown, basada en los hechos, contada desde la perspectiva de Vlassakis. El filme fue aclamado por la crítica, pero también criticado por revivir el trauma de las víctimas. La historia ha sido objeto de libros, documentales y análisis psicológicos.
El caso también provocó un debate nacional sobre cómo los prejuicios pueden convertirse en violencia, y cómo el sistema social puede ser explotado por criminales sin escrúpulos.
Aunque el caso atrajo turistas morbosos por un tiempo, la ciudad de Snowtown quedó estigmatizada. Se consideró cambiarle el nombre, pero finalmente se mantuvo. Hoy, muchos residentes prefieren no hablar del tema. El banco donde se encontraron los cuerpos fue demolido, pero el recuerdo permanece.
Los barriles del horror no solo contenían cuerpos. Contenían historias de abuso, manipulación, odio y abandono. El caso Snowtown es una advertencia sobre lo que ocurre cuando el prejuicio se convierte en ideología, y la ideología en acción.
A más de dos décadas del descubrimiento, las heridas siguen abiertas. Y aunque los asesinos están tras las rejas, el eco de sus crímenes aún resuena en las calles de Australia.