El misterio de Narumi Kurosaki: una noche que nadie olvidará
- 02/11/2025 00:00
Narumi Kurosaki tenía 21 años y un futuro prometedor. Había llegado a Francia en el verano de 2016 desde Tokio, gracias a una beca universitaria para estudiar francés en la ciudad de Besançon. Era aplicada, alegre y sociable, según sus compañeros de la Universidad de Franche-Comté. Pero su historia dio un giro macabro la madrugada del 4 al 5 de diciembre de ese mismo año, cuando desapareció sin dejar rastro.
Vecinos del campus escucharon ruidos extraños: golpes, gritos y arrastre de muebles provenientes del cuarto 106 de la residencia universitaria Théodore Rousseau, donde vivía Narumi. Al día siguiente, nadie volvió a verla. Su cama estaba desordenada, faltaban algunas pertenencias, pero no había señales evidentes de fuga. Días después, comenzaron a llegar mensajes desde su cuenta de redes sociales que decían que estaba bien. Pero las expresiones, el idioma y la forma de escribir no parecían las suyas.
Cruzó medio mundo
Las investigaciones revelaron que su exnovio, Nicolás Zepeda, un chileno de 26 años, había viajado desde Santiago de Chile hasta Francia justo antes de la desaparición. Las cámaras de seguridad lo captaron alquilando un auto, comprando combustible y recorriendo rutas que conectaban Besançon con zonas boscosas del este francés.
Ambos habían mantenido una relación cuando Narumi estudiaba en Japón. Según la fiscalía, Zepeda no aceptó el fin del romance y viajó miles de kilómetros movido por los celos. En la habitación de la joven se hallaron rastros biológicos compatibles con él, y los mensajes enviados desde el celular de Narumi —tras su desaparición— se consideraron parte de un intento de despistar a las autoridades.
Aunque el cuerpo nunca fue encontrado, la policía francesa determinó que la estudiante había sido asesinada y que Zepeda era el principal responsable. El chileno regresó a su país pocos días después del crimen.
Cooperación judicial sin precedentes
El caso se transformó en un complejo expediente internacional. Francia emitió una orden de captura global. Japón, país de la víctima, presionó diplomáticamente para que se hiciera justicia. Y Chile, donde se encontraba el sospechoso, enfrentó un intenso debate judicial antes de autorizar su extradición.
En julio de 2020, tras varios años de procesos y apelaciones, Zepeda fue trasladado a Francia para enfrentar los cargos. Durante el juicio, negó haber matado a Narumi, aunque no pudo explicar con claridad qué sucedió la noche de su desaparición.
Los fiscales reconstruyeron un relato escalofriante: el joven habría asfixiado a Narumi en su habitación, luego trasladó el cuerpo en su vehículo y lo arrojó en una zona boscosa cercana al río Doubs, en la región de Jura. Pese a extensas búsquedas, nunca se hallaron restos.
Condena y apelación
En abril de 2022, el tribunal de Besançon lo declaró culpable de asesinato premeditado y lo condenó a 28 años de prisión. El veredicto fue recibido con alivio por la familia Kurosaki, que viajó desde Japón para asistir a las audiencias.
Sin embargo, la defensa apeló alegando errores procesales. En diciembre de 2023, una corte de apelaciones confirmó la sentencia, pero en febrero de 2025 la Corte de Casación francesa anuló el fallo y ordenó un nuevo juicio, alegando irregularidades en la instrucción del proceso.
Esto significa que, casi nueve años después de la desaparición, el caso sigue abierto y el crimen continúa oficialmente sin cuerpo y sin cierre definitivo.
Una madre que no se rinde
Desde entonces, la madre de Narumi, Taeko Kurosaki, se ha convertido en símbolo de la lucha por la justicia. En cada audiencia, viaja miles de kilómetros para ver al acusado y mantener viva la memoria de su hija.
“No tengo tumba donde llevar flores. Solo quiero saber la verdad”, declaró al salir del tribunal.
Su testimonio ha conmovido a la opinión pública japonesa y francesa, que sigue el caso con atención desde 2016. En Japón, los medios lo describen como un crimen que refleja los peligros de la violencia posesiva en las relaciones sentimentales.
Poder y silencio
El fiscal francés calificó el crimen como un “acto de dominación y castigo”. Zepeda, según la acusación, no soportaba que Narumi rehiciera su vida en otro país y con nuevos amigos.
“No pudo tolerar que ella fuera libre”, dijo durante el juicio.
El caso también abrió un debate sobre la dificultad de procesar homicidios sin cuerpo y sobre los límites de la justicia internacional.
La cooperación entre Chile, Japón y Francia permitió una condena, pero la falta de pruebas materiales absolutas mantiene el misterio abierto.
Una historia sin final
Hoy, casi una década después, el nombre de Narumi Kurosaki sigue siendo sinónimo de misterio y tragedia. En la Universidad de Franche-Comté, sus compañeros aún la recuerdan con flores y mensajes en la residencia donde vivió sus últimos días.
Mientras tanto, el nuevo juicio ordenado para 2025 promete reabrir heridas y revivir uno de los casos más escalofriantes de la justicia francesa moderna.