El misterio de la pareja hallada muerta en San Carlos

La pareja fue hallada muerta. Primero fue Richard Ewert hallado muerto en la cama con un golpe en la cabeza. Luego suj esposa, que yacía sin vida en una mecedora.
  • 30/11/2025 00:00

Casa misteriosa. En Las Palmas de San Carlos, donde las montañas parecen vigilar silenciosas los pecados humanos, todos recuerdan la llegada de los esposos Ewert-Brandow. Venían del helado norte de Estados Unidos, arrastrando maletas, sueños... y algo más, algo que nadie pudo nombrar entonces.

Compraron un terreno grande, cercado con alambre ciclón y verjas de hierro, como si desde el principio hubiera sido necesario encerrar lo que allí ocurriría. Construyeron una casa a su manera: extraña, silenciosa, con ventanas que parecían parpadear al caer la tarde.

Los vecinos los acogieron con cariño.

Don Plutarco Cisneros, que llevaba décadas en el lugar, recordaba cómo los esposos ofrecían aventón a quien encontraban en el camino y cada diciembre repartían juguetes, dulces y sonrisas. Todo parecía perfecto, casi demasiado.

Pero las casas, dicen los viejos, aprenden los vicios de sus dueños. Y aquella no tardó.

La primera muerte

El 28 de agosto de 2018, la empleada llegó como siempre, esperando encontrar a Richard Ewert tomando el sol o regando las plantas. Pero lo encontró en la cama, inmóvil, con un golpe oscuro en la cabeza.

El piso, la sala y la recámara tenían un rastro irregular de sangre, como si alguien hubiera caminado tambaleante dejando migas de su vida.

Richard bebía desde el día anterior. Dicen que cayó, que sangró, que trató de llegar a su cama... y que la casa lo dejó dormir para siempre.

Su esposa, Linda Brandow, lo lloró con cigarrillos encendidos uno tras otro, tanto que los vecinos aseguraban que, de madrugada, la casa parecía fumar sola, escupiendo pequeñas bocanadas de luz desde las ventanas.

La segunda muerte

Un mes y cinco días después, el 3 de octubre, la casa volvió a respirar de forma extraña. Esta vez olía a licor y a pastillas derramadas.

Linda fue hallada sentada en una silla, los ojos perdidos en un punto de la pared donde, según algunos vecinos, se escuchaba crujir la madera cada noche, como si alguien caminara allí dentro.

Sobre su regazo: un frasco de pastillas abierto, varias rodando entre el tejido de su ropa.

Su hermano, Larry Brandow, juraba que Linda solo bebía. Pero quienes sabían mirar de cerca afirmaban que ella fumaba tabaco con una ansiedad devoradora, como si intentara espantar algo que respiraba detrás de ella.