El “asesino por encargo” que vendía la muerte por internet

  • 04/05/2025 01:00

Aseguran que su negocio clandestino provocó la muerte de al menos 88 personas en todo el mundo

Un nombre común, una cara común, una historia escalofriante. Kenneth Law, un ingeniero de 58 años, pasó de ser un desconocido a uno de los criminales más temidos del planeta. Lo que hacía desde la comodidad de su casa, parecía sacado de una película de terror: vendía por internet un químico letal a personas con tendencias suicidas. Pero no solo eso. Las autoridades aseguran que su negocio clandestino provocó la muerte de al menos 88 personas en todo el mundo, y podría haber más víctimas.

Sí, como lo leyó: un vendedor de muerte, un tipo que se aprovechó del dolor ajeno, de la desesperación de muchos, y lo convirtió en un negocio macabro. En Reino Unido lo acusan de ser responsable directo de más de 80 muertes, y en Canadá enfrenta cargos por homicidio, distribución de sustancias peligrosas y asistencia al suicidio. Su caso ha conmocionado al mundo y ha encendido todas las alarmas sobre los peligros que se esconden detrás de una pantalla.

Engañaba con una sonrisa

El producto que Kenneth vendía era nitrito de sodio, un polvo blanco que, en dosis altas, puede causar una muerte rápida por envenenamiento. El químico se usa legalmente para conservar alimentos, especialmente carnes, pero en concentraciones mayores es letal. Lo más aterrador del caso es que Law sabía perfectamente para qué lo estaban comprando sus clientes.

“Este producto no es para consumo humano”, decía en letras pequeñas en sus páginas web. Pero al mismo tiempo, ofrecía envío discreto, instrucciones para su uso y hasta “kits de suicidio” que incluían otros materiales para quitarse la vida.

Las autoridades revelaron que Law operaba bajo al menos cuatro páginas web diferentes, todas con nombres inocentes, como si vendiera suplementos alimenticios. Pero detrás de ese disfraz digital se escondía un servicio directo para personas en crisis.

Kenneth era ingeniero de profesión. Trabajó años como chef de banquetes en hoteles, pero según su familia, estaba “frustrado con la vida”. Algunos lo describen como un hombre reservado, solitario, sin amigos cercanos. Pero nada en su apariencia hacía sospechar lo que realmente era: un facilitador de la muerte.

Periodistas encubiertos lograron comprarle productos antes de su arresto. Cuando se le confrontó, no lo negó. Dijo que “estaba ayudando a personas a poner fin a su sufrimiento”. Una especie de justificación enferma, como si él fuera un salvador y no un asesino por encargo.

Las autoridades dicen que envió más de 1,200 paquetes a distintos países. Usaba empresas de mensajería privadas y se cubría legalmente diciendo que no podía controlar el uso que le daban a su producto. Pero los mensajes encontrados en su computadora y las conversaciones con sus clientes dejaron claro que sabía exactamente lo que hacía.

Jóvenes entre las víctimas

Una de las cosas que más ha indignado al mundo es el perfil de las víctimas: jóvenes, muy jóvenes. Muchos tenían entre 17 y 25 años. Algunos sufrían de depresión, otros atravesaban crisis emocionales. Todos tenían algo en común: encontraron en internet la puerta hacia la muerte, y del otro lado estaba Kenneth Law.

En Reino Unido, las familias de las víctimas han exigido justicia. “Mi hijo no quería morir, solo necesitaba ayuda. Pero este hombre le vendió la salida más fácil”, dijo la madre de uno de los fallecidos a los medios. “Esto no es libertad, esto es asesinato disfrazado”.

El rastreo digital

La policía canadiense empezó a seguirle la pista tras una alerta de Interpol en 2022. Varios países notaron un patrón: suicidios con el mismo químico, paquetes con remitente canadiense, y correos electrónicos similares. Fue entonces cuando el nombre de Kenneth Law apareció en el radar.

El hombre operaba desde su casa. Tenía registros, facturas, listas de clientes, todo bien organizado. No era un improvisado, sino un hombre metódico, frío, que construyó una red internacional de muerte sin moverse de su escritorio.

Tras su arresto en mayo de 2023, confesó parte de sus actividades. Pero se mostró desafiante. “Yo no maté a nadie”, dijo a las cámaras al ser esposado. Un argumento legal que sus abogados intentan usar, pero que para los fiscales no tiene peso moral ni judicial.

Bajo presión

El caso ha puesto al gobierno canadiense en una situación difícil. Muchos preguntan cómo es posible que alguien pudiera operar este tipo de negocio sin que las autoridades lo detectaran antes. ¿Quién regula la venta de sustancias como el nitrito de sodio? ¿Cuántas páginas similares existen hoy en día?

Tras la presión internacional, Canadá reforzó la vigilancia sobre productos químicos y cerró varias páginas web sospechosas. También se trabaja en coordinación con otros países para identificar posibles cómplices o réplicas del modelo de Law.

Además, se ha abierto un debate ético sobre la asistencia al suicidio, un tema complejo que ha enfrentado a defensores de derechos individuales con activistas de salud mental. En el caso de Law, no hay zona gris: no ofrecía ayuda ni apoyo, ofrecía un veneno.

¿Asesino o facilitador?

El juicio contra Kenneth aún está en desarrollo. Se espera que enfrente múltiples cargos no solo en Canadá, sino también en países donde sus productos provocaron muertes. Hay quienes lo llaman “asesino por encargo”, otros lo ven como un síntoma más de una sociedad que no sabe cómo tratar la salud mental.

Lo cierto es que su caso abrió una herida global. Demostró lo fácil que puede ser, en la era digital, pasar del sufrimiento a la tragedia con solo hacer clic.

Mientras el juicio avanza y las familias lloran a sus muertos, una pregunta queda flotando en el aire: ¿Cuántos Kenneth más habrá escondidos detrás de pantallas, esperando víctimas inocentes?