Tres escritores comparten sus 'recuerdos de Navidad'

Tres escritores de literatura infantil narran sus recuerdos de infancia
  • viernes 23 de diciembre de 2022 - 12:00 AM

Llegó la época para soñar, la época de recodar aquellas navidades que ya se han ido y que solo reposan en nuestra memoria. Tres escritores de literatura infantil narran sus recuerdos de infancia de la navidad.

Pat Alvarado

Condenada a los seis años

Aparte de los deberes religiosos y de ir mucho a la iglesia, la Navidad para nosotros era un asunto sencillo. Papá, que era tan tradicional de una forma poco tradicional, esperó hasta Nochebuena para comprar un árbol, quizá para que él y mamá no tuvieran que sacar los regalos demasiado pronto, pero debido a su dilación, este año en particular trajo a casa el último árbol del lote. Había sido uno de 6 pies, pero alguien había querido un árbol pequeño y le había quitado la copa, así que acabamos con uno de 4 pies de copa plana. A mamá no le hizo ninguna gracia, pero no nos importó. Teníamos un árbol y lo decoramos. En lugar de un ángel en lo alto, pusimos una caja envuelta para cubrir el tallo calvo del pino y ensartamos las palomitas que no nos habíamos comido alrededor de las ramas desaliñadas. ¡Nuestro árbol! Los regalos bajo el árbol nunca fueron abundantes, es más, eran escasos, probablemente porque mis padres crecieron durante la Depresión, pero el catálogo de Sears Roebuck seguía cautivando nuestra atención y podíamos desear. Yo tenía visiones de una muñeca con pelo largo para cepillar, ¡pero mis sueños se hicieron añicos cuando me regalaron una muñeca de niño con pelo de goma! Su cabeza podía girarse de lado a lado, y sus brazos y piernas se movían arriba y abajo, ¡pero sus ojos pintados permanecían alerta! Pero mi decepción se disparó cuando le quité el trajecito azul y no encontré nada que descubrir. ¿En qué estaría pensando Papá Noel? Había sido explícita en mi carta: ¡muñeca niña, con cabello para cepillar! ¿Quizá la escribí demasiado tarde? ¿Quizá no la había recibido a tiempo? Ahora estaba atrapada, ¡marcada de por vida! ¿Podría ser éste el significado de la X de Navidad?

Leadimiro González

Mi primera Navidad tendría unos seis o siete años cuando disfruté realmente de mi primera Navidad. Fue en la isla de Sasardi Mulatupu, en la comarca de Guna Yala. Recuerdo que caminaba por la orilla de la playa y de repente, cerca del colegio donde estudiaba, vi un grupo de niños reunidos y un árbol iluminado con luces que se prendían y se apagaban. De repente apareció un señor gordo, con los cachetes colorados, vestido de rojo y blanco y empezó a tirar pastillas. Yo salí corriendo a recogerlas. Los envoltorios brillantes y de colores me deslumbraron. Llené mis pantalones de pastillas y me fui contento. Después supe que ese personaje bonachón era Santa Claus.

Pero la Navidad que realmente disfruté después, cuando vine a la ciudad, fue la que viví en la casa de mi madrina Ana Parra de Ubide. Cuando llegaba esta época, mi padrino Jorge, colocaba un inmenso árbol blanco en la terraza de la casa y colocaba los focos alrededor de las verjas de la terraza. Los focos eran tan grandes como una manzana y la terraza quedaba iluminada dándole un toque de alegría. Yo me quedaba mirando las luces que se prendían y se apagaban, era un espectáculo maravilloso. Hoy, cuando miro esas luces de navidad que coloca mi hija Ana, recuerdo aquellos tiempos lejanos que ya no volverán, sonrío y a la vez se me escapan las lágrimas.

Evelyn Lozano

Recordar la navidad de mi infancia me llena de emoción. Días antes poníamos un pequeño pesebre y un arbolito con bombones escarchados. La noche antes de Navidad cenábamos en familia. Mamá hacía una rica comida y nos sentábamos en la mesa los cinco: mamá, papá, mis dos hermanos y yo. Luego nos íbamos a dormir, ya que al amanecer estarían los regalos que nos llevaría el Niño Dios. Siempre nos intrigó saber cómo hacía el Niño Dios para poner los regalos debajo del arbolito o si Santa Claus lo ayudaba. Recuerdo que una Navidad, mis hermanos y yo, acordamos quedarnos desvelados toda la noche para atrapar el momento mágico. Decididos y cargados de ilusión, nos acostamos en la sala en unos petates a esperar. Pero a pesar del elaborado plan amanecimos en nuestras camas, igual que el Niño Dios en el pesebre. Después que abríamos los regalos, salíamos a la plazoleta, que era el lugar dónde se reunían los vecinitos a jugar, y ahí todos compartíamos lo que habíamos recibido. En las tardes nos íbamos a casa de la abuela y la tía, a llevarles sus obsequios. Siempre había otros regalos para nosotros allá. Ellas decían que el Niño Dios se había equivocado y por eso los dejaba dónde ellas. Me encantaba cuando nos brindaban ponche de huevo y turrón. Ahí en la casa de la abuela, pasábamos el resto del día disfrutando en familia.

Intento transmitir a mis hijos esa tradición y unión familiar. Ellos sí esperan la medianoche despiertos. Ponemos el Niño Dios en el pesebre y rezamos en familia. Luego vemos el espectáculo de los fuegos artificiales que se despliegan por todos lados, mientras, la magia se hace en casa y los regalos aparecen debajo del arbolito.

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