El Hato de Guararé: la historia del pueblo que me vio nacer 

Recuerdos de este caserío interiorano, sus leyendas y su gente trabajadora, amante del folclor y la música vernacular
  • domingo 29 de mayo de 2022 - 12:00 AM

Después de la década de 1960, cuando alguien en la península de Azuero mencionaba al Hato de Guararé, inmediatamente lo asociaba al nombre de Benjamín 'Mín' Acevedo, uno de los compositores e intérpretes de la décima más afamado de la región, oriundo de ese lejano caserío, entre Guararé Arriba y Llano Abajo.

Lo mismo ocurría con La Miel de Las Tablas, cuya sola mención traía a colación el apellido Vargas, con exponentes del verso y la saloma de la talla de 'Toñito' (Q.E.P.D.) y 'Bebito', y su hermano el acordeonista 'Nenito' Vargas.

En el área de Sesteadero, la figura emblemática fue Teódulo Batista, también ahora desaparecido. Han sido distintivos de sus pueblos de origen, Salustiano 'Tano' Mojica (Soná), Francisco 'Frank' Gutiérrez (El Carate), 'Miguelito' Rivera, y otros tantos.

Eran los días de los clásicos de Azuero en el Jardín Cosita Buena de La Transístmica, entre 'Mín' y el 'Negro' Agustín Rodríguez de Chitré, que tanto público atraían los domingos en las tardes de cantadera.

Tiempos en que una juventud campesina con vocación artística saltó del anonimato, de la campiña interiorana a los centros bailables de la ciudad capital para labrarse mejores días y fama.

El Hato, objeto de esta crónica del recuerdo, era y es todavía un caserío convertido en corregimiento, a partir de 1970 con los cambios políticos-administrativos que acontecieron en nuestro país. Antes había sido jurisdicción de Llano Abajo.

Mitos, supersticiones y religiosidad

Como en todo caserío interiorano, cuando no había luz eléctrica, la oscuridad de las noches era poblada por fantasmas a los que los campesinos llamaban ‘abusiones'. Frecuentes eran los relatos sobre brujas, duendes y casi siempre la tulivieja.

En algunos poblados se creía que cualquier campesino pobre podía convertirse en millonario en un abrir y cerrar de ojos, al sostener pacto con el demonio, para lo cual el interesado llamaba al mismísimo satanás a un lugar solitario donde sellaban el compromiso. Contaban que al morir el hereje, durante el velorio, se oían ruidos en las cercanías y un tufo a azufre invadía la casa del muerto. El maligno se había cobrado el compromiso contraído por el difunto llevándose su alma al infierno.

Apegados a las creencias religiosas, el culto a los muertos siempre estuvo presente en la cultura del santeño. No hubo difunto al que no se le oficiara velorio de cuerpo presente, cabo de mes, misa de medio año y de cabo de año.

Siendo Azuero una región aislada por tierra desde los tiempos de la conquista española, hasta bien entrado el siglo XX, su historia ha sido y sigue siendo de interés para los estudiosos del folclor y la música vernacular.

Las vivencias, el apego al trabajo y la diversión en un mundo rural solitario y cerrado, se convirtieron en la temática de investigadores de la talla del desaparecido profesor Manuel Fernando Zárate y del impulsor del Festival de la Mejorana en Guararé, 'Mín' Domínguez (Q.E.D.P.).

La falta de tierras para cultivar, en una sociedad de vocación agrícola de subsistencia, hizo que el fenómeno migratorio se acentuara dejando al campo azuerense vacío.

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