Aristides Garcés: Un espíritu inquebrantable

Llegó como cocinero de un buque y quedó preso en Panamá por un crimen que no cometió
  • lunes 04 de septiembre de 2023 - 12:05 AM

Era el verano del año 2022, me encaminaba a una nueva aventura en la educación, esta vez en un proyecto donde debía compartir mis conocimientos con privados de libertad. El proyecto consiste en darle libertad condicional a aquellos que han cumplido gran parte de su condena para que puedan culminar su educación y reinsertarse a la sociedad. Las clases en ese entonces eran virtuales debido a la pandemia. Mirando en retrospectiva, debo decir que esa experiencia resultó ser mucho mejor de lo que me imaginé.

Fue así como conocí al señor Aristides Garcés. Una de esas personas que te cambian la vida. Una educación y un respeto que me llamaron la atención desde el primer día. Pensaba yo: ¿cómo este señor pudo haber estado en la cárcel? El señor Aristides podría ser fácilmente mi padre, pero siempre respetó mi figura de profesor. Era el primero en entrar a las clases, el primero en enviar sus tareas, participaba, se le notaba las ganas de aprender y me atrevo a decir que ya solo por él, ese proyecto valía la pena.

Recuerdo que estábamos dando español y les asigné de tarea que hicieran un ensayo. Les di algunas ideas, dije que si querían podían redactar por qué habían caído presos y su experiencia en la cárcel. Aristides me envió su escrito al que tituló: Privado de libertad siendo inocente. Después de leerlo pude responderme la pregunta que me hice desde el primer momento que lo conocí.

Aristides había sido marino toda su vida. Residía en Barranquilla y se desempeñaba en máquina y como marino timonel. En diversos viajes se desembarcó de muchos buques al ver movimientos extraños relacionados al narcotráfico, negocio al que se oponía rotundamente. A principios de 2016 le ofrecieron embarcarse nuevamente, ya que en ese momento se encontraba desempleado, decidió aceptar la oportunidad.

Zarparon el 14 de enero del 2016 con dirección a la provincia de Colón. La embarcación ya se encontraba en aguas panameñas próximas a Isla Grande cuando fueron abordados por las autoridades aeronavales. En ese momento Aristides venía muy tranquilo escuchando sus adoraciones cristianas porque él no tenía nada que temer. Con las autoridades abordo lograron llegar a Colón, durante todo el trayecto venían revisando cada rincón del buque donde no habían podido encontrar nada.

Las autoridades habían sido informadas desde Colombia que en ese buque llevaban sustancias ilícitas. Ya en tierra firme un grupo de buzos se sumergió para revisar en la parte de abajo de la embarcación. Fue así que notaron un tubo adherido al casco. El capitán, confiado, les dijo que lo sacaran o lo soltaran, siempre y cuando no afectara la estructura del barco incluso los mismos tripulantes les prestaron algunas herramientas para que pudieran soltar ese tubo, de esa manera lograron hallar la droga. Inmediatamente, les comunicaron que quedaban bajo arresto por tráfico internacional.

Posterior a la detención, fueron trasladados a la provincia de Panamá donde pasaron la noche. Pasadas la 10:00a.m. los condujeron a declarar a la fiscalía. Al salir de allí, fueron llevados al cuartel de Ancón. El señor Aristides reconoce que ese es el peor lugar en el que ha estado, donde solo se sabe la hora cuando llegan las comidas ya que no se ve el sol por ningún lado y además tienen que dormir sentados en un pasillo ya que no hay espacio por el hacinamiento de más de 150 personas en ese hueco.

A la mañana los trasladaron a la Mega Joya. Fue en ese lugar donde empezó el tortuoso recorrido del señor Aristides y los demás tripulantes. Ahí estaban, presos en el extranjero sin haber podido comunicarse aún con sus familiares. Transcurrió una semana hasta que pudieron comunicarse con sus familias, quienes estaban preocupadas porque ya había pasado el tiempo en el que debían estar de regreso.

La vida en la cárcel fue muy difícil. Tuvo que lidiar con todo tipo de problemas y conflictos violentos todos los días. Esas situaciones lo mantenían con demasiado estrés, que sumado a la mala alimentación le produjeron una extrema pérdida de peso, al punto que su familia se asustó por fin pudieron verlo. Hoy en día le agradece todos los días al señor por no haberse enfermado durante los casi siete años que duró su estancia en la cárcel, ya que no hay atención médica adecuada. En ese período le solicitó al pastor que predicaba en la cárcel si él podía unirse, ya que en Colombia también predicaba. Al tiempo el pastor fue liberado y Aristides tomó ese rol. Allí pudo ayudar a resocializar a muchos jóvenes q ue entregaron su vida a Cristo.

La condena había sido por 120 meses, logrando una reducción de 20 meses después de apelar. Al trabajar en la cárcel, logró reducir 9 meses más. Con el tiempo que le quedaba por cumplir pudo ingresar al programa de libertad vigilada por estudio, donde pudo culminar la secundaria en junio de este año. En este momento está en espera del acto de graduación y de su diploma. Posteriormente tiene pensado cumplir su sueño de estudiar una carrera universitaria. Su condena termina en octubre donde tendrá una nueva audiencia.

Actualmente enfrenta un problema con migración, quienes le están cobrando mil dólares por haber estado ilegal en Panamá todos estos años. Recordemos que sí estuvo aquí, pero preso por un crimen que no cometió y que cuando ingresó al país como marino lo hizo con toda la documentación correspondiente. El programa te impide trabajar y estudiar al mismo tiempo, cómo pretenden entonces que pueda pagar ese dinero.

El señor Aristides periódicamente me escribe para saludarme, quizás para darme las gracias. Tal vez el que debería darle las gracias soy yo por esta lección de vida que he aprendido. Pagó por un crimen que no cometió, pero jamás perdió la fe ni la esperanza. Sacó su mejor versión en una situación extrema y sirvió de luz en el camino de otras personas. Estoy seguro que, así como Dios no lo abandonó durante su tiempo en prisión, tampoco lo va a abandonar con el dinero de la multa.

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